Aborto sin
límites
La libertad de
elección puede costar cara
MODESTO, California, sábado, 22 enero
2005 (ZENIT.org).- A pesar de la imagen popular
de adolescentes bronceados de California, las nuevas leyes hacen que, en el
estado dorado, sea más fácil abortar que broncearse. Un reportaje del 2 de enero
en el periódico Modesto Bee explicaba que una nueva ley prohíbe los salones de
bronceados para menores de 14 años, mientras que los que tengan entre 14 y 18
años necesitarán permiso paterno.
Por el contrario, un reportaje del 3 de
enero en LifeNews.com informó a sus lectores que el Fiscal General de
California, Hill Lockyear, defendió una ley que sostenía que no se pueda decir
nada a los padres, cuando sus hijos adolescentes se ausenten del colegio para
abortar.
Tales contradicciones no se limitan a
Estados Unidos. El 7 de noviembre, el London Daily Telegraph informó de un
intento, al final rechazado, del parlamentario británico David Hinchcliffe de
introducir la prohibición total de golpear a los niños como método de castigo.
En 1990, Hinchcliffe se opuso a una enmienda a una ley que buscaba reducir el
límite legal para abortar de las 24 semanas a las 18, añadió el
Telegraph.
De hecho, el periódico comentaba que de
los 75 miembros del parlamento que votaron a favor de prohibir fumar, 14 estaban
presentes en el debate de 1990, y cada uno de ellos votó a favor del aborto
antes de las 24 semanas. Asimismo, la mayoría votó a favor de medidas que
permitieran legalizar el asesinato de un niño discapacitado justo en el momento
de nacer.
Excluir a los
padres
Las reglamentaciones británicas niegan
también el control de los padres sobre los abortos de sus hijos. El Times
informaba el 31 de julio de las nuevas directrices publicadas por el
Departamento de Salud que permiten a los doctores provocar abortos a
adolescentes menores de 16 años sin decir nada a sus padres. El artículo añadía
que 1 de cada 5 abortos en Gran Bretaña es de una adolescente, y que abortan
cada año cerca de 3.500 chicas menores de 16 años.
Las directrices recomendaban que se
animara a las menores que informaran a sus padres de un aborto, pero añadían:
«Los doctores y los profesionales de la salud tienen un deber de cuidado y un
deber de confidencialidad sin tener en cuenta la edad del
paciente».
Otro país que niega todo papel a los
padres sobre los abortos de sus hijos es Sudáfrica. En una declaración hecha
pública el 31 de mayo pasado, la Conferencia Episcopal
Sudafricana criticaba con dureza una decisión del Tribunal Supremo que extendía
el «derecho» a abortar a los menores de 18 años. Como consecuencia de la
sentencia, las chicas pueden ahora abortar sin el conocimiento de sus
padres.
«Esta sentencia conducirá a un
debilitamiento de las conciencias individuales, especialmente de las de los
jóvenes, la formación de cuya conciencia está en una etapa crítica», declaraban
los obispos.
El coste de la
elección
El hacer el aborto todavía más fácil a
los adolescentes se da de frente contra las crecientes evidencias que apuntan a
los graves efectos de este procedimiento. Una reciente colección de ensayo,
editada por Erika Bachiochi, trataba los efectos del aborto en la salud de las
mujeres: «The Cost of ‘Choice’: Women Evaluate the Impact of Abortion (El Coste
de la
Elección: las Mujeres evalúan el Impacto del
Aborto).
Elizabeth Shadigian, profesora adjunta
de obstetricia y ginecología en la Universidad de Michigan,
explicaba que la comunidad médica ha prestado poca atención a los efectos a
largo plazo del aborto.
Sin embargo, dado que cerca del 25% de
todos los embarazos en Estados Unidos terminan en aborto, incluso un pequeño
efecto negativo en la salud de las mujeres sería un asunto muy importante,
observaba Shadigian. Algunas de las consecuencias para la salud son las
siguientes:
-- La literatura médica muestra que un
embarazo temprano llevado a buen término reduce el riesgo de cáncer de pecho.
Además, algunos estudios indican que el aborto inducido puede aumentar el riesgo
de cáncer de pecho. Esta última cuestión del aborto como un factor de riesgo es
disputada, pero un cierto número de estudios han apuntado a la existencia de un
lazo.
-- Los estudios muestran que el aborto
incrementa el riesgo de problemas con la placenta en un embarazo posterior,
obligando así a la cesárea en lugar del nacimiento
natural.
-- Doce estudios han encontrado que
existe un nexo entre aborto y nacimientos prematuros o bajo peso al
nacer.
-- Los estudios también han demostrado
que el aborto se une a índices crecientes de
suicidio.
En su ensayo, Angela Lanfranchi,
profesora adjunta de cirugía en la Escuela Médica Robert Wood
Johnson, examinó la cuestión más discutida del nexo entre aborto y cáncer de
mama. Observó que el pasado marzo el diario médico Lancet publicaba un estudio
considerado como refutación definitiva de los intentos de establecer una
relación causal entre los dos fenómenos.
Pero, argumentaba Lanfranchi, este
resultado se obtenía por simple exclusión después de considerar un gran número
de estudios que concluían que el aborto es de hecho un factor tras considerar el
significativo aumento entre las mujeres del cáncer de mama en los últimos años.
De hecho, 29 de los 41 estudios en cuestión apuntaban a que existía un nexo
entre aborto y cáncer de mama.
Lanfranchi añadía que hay un «clima
político intimidante que rodea al aborto» que hace difícil para muchos admitir
que haya riesgos implicados. Relataba cómo una profesora en un instituto de
cáncer de Boston le reconocía en privado que el aborto es un factor de riesgo
para el cáncer, pero que no lo reconocería en público por miedo a perder su
trabajo. Otro de los colegas de Lanfranchi perdió una oportunidad en una escuela
de medicina de Nueva York porque apoyaba un estudio publicado en un diario
médico que afirmaba que existía un nexo entre el aborto y el cáncer de
mama.
Consecuencias
psicológicas
E. Joanne Angelo, una psiquiatra privada
de Boston, consideraba las consecuencias psicológicas para las mujeres que se
han sometido a abortos. Comenzaba por observar cómo en sus 28 años de práctica
muchas mujeres le habían participado la pena por perder sus bebés debido al
aborto.
Los libros de texto médicos, explicaba,
hacen notar con claridad que las mujeres que han sufrido abortos sufren de una
mezcla de frustración, culpabilidad y dolor, incluso aunque no hayan tenido
responsabilidad alguna en la muerte de su hijo. Tras un aborto inducido, muchas
mujeres experimentan los mismos sentimientos, «incluso con mayor intensidad y
durante mucho más tiempo», observaba Angelo.
Pero, a diferencia de las madres que han
sufrido un aborto, a las que se consuela, se espera que las mujeres que han
abortado sigan adelante con su vida como si no hubiera ocurrido nada de
importancia. Angelo también observaba que con frecuencia una mujer aborta para
conservar una relación, pero después «pocas mujeres pueden soportar pasar sus
vida con los hombres con y por los que cometieron este
acto».
Están apareciendo ahora los primeros
estudios médicos sobre las consecuencias psicológicas del aborto y los
resultados iniciales apuntan a un aumento de los suicidios, un índice mayor de
problemas de salud mental y mayores índices de muerte en general. «Tres décadas
de aborto libre han creado un océano de dolor y de pena en los corazones de las
mujeres, encubiertos a menudo a un gran coste personal», concluía
Angelo.
Clínicas de
callejón
Otro problema sanitario ligado al aborto
es la triste situación de muchas clínicas abortivas, explicaba en su ensayo
Denise Burke, abogada de Americans United for Life. Antes, en los sesenta y
setenta, quienes apoyaban la legalización del aborto defendían que era necesario
sacar el aborto a la luz y eliminar las supuestas miles de muertes de las
clínicas de callejón.
Treinta años después, observaba Burke,
la legalización no ha eliminado los malos cuidados médicos, ni ha puesto fin a
la utilización de prácticas poco sanitarias o a abortos llevados a cabo por
personas incompetente.
La industria abortiva se preocupa sobre
todo de los beneficios que puede obtener de los procedimientos, más que de la
seguridad de las mujeres, defendía. En muchos casos, los esfuerzos legislativos
para imponer disposiciones sanitarias a las clínicas abortivas son impedidos por
abogados contratados por las clínicas. E incluso cuando se aprueban las leyes,
quienes llevan a cabo los abortos y los grupos de presión que defienden el
aborto las desafían en los tribunales, con frecuencia llegando a su
eliminación.
En una reciente homilía, el cardenal de
Colonia en Alemania, Joachim Meisner, comparó el aborto y la eutanasia al
holocausto, según un reportaje del 7 de enero en Deutsche Welle. Se criticó su
uso de la comparación del holocausto, pero los hechos actuales muestran que el
aborto sigue siendo una de las grandes tragedias modernas.
Fuente: Agencia Zenit,
ZSI05012202