COMITÉ PERMANENTE DE
LA
CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE
10 de enero
de 2007
ACOGER
Y PROMOVER LA VIDA
1. Por el
gran regalo que es la
vida humana, el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal
desea compartir estas reflexiones acerca de nuestra responsabilidad con el don
de la existencia humana. En nuestra carta pastoral “Matrimonio y Familia. Una
buena noticia para la humanidad”, afirmábamos: “el don de la vida pasa a
ser principio de discernimiento entre lo bueno y lo malo: bueno será todo
aquello que ayude a engendrar debidamente la vida, a cuidarla, a hacerla crecer.
Malo será todo aquello que atente contra la vida o que simplemente tienda a
ahogar su vitalidad, dañar su salud o su integridad, a someterla a tratos
crueles o inhumanos, pasando por el desamor, el desprecio, la humillación, la
calumnia o el odio” (Carta Pastoral, 25 de noviembre de 2005, n.
74).
2.
Es tan
sagrado el don de la vida que, después del pecado original,
Dios mismo afirma la inviolabilidad de la vida del hombre pecador y la toma bajo
su protección (cfr. Gén. 9, 5). El reconocimiento del derecho a la vida es el
fundamento de la convivencia humana y de la misma comunidad
política.
3.
Denunciar lo que se opone a la vida no es oscurecer el mensaje cristiano
como Buena Noticia; por el contrario, es una forma concreta de defender a
quienes sufren la injusticia de no permitirles vivir con dignidad o simplemente
no se les permite la existencia. El
Concilio Vaticano II denunció con fuerza los numerosos delitos
y atentados contra la vida humana : «Todo lo que se opone a la vida, como los
homicidios de cualquier género, los genocidios, el aborto, la eutanasia y el
mismo suicidio voluntario; todo lo que viola la integridad de la persona humana,
como las mutilaciones, las torturas corporales y mentales, incluso los intentos
de coacción psicológica; todo lo que ofende a la dignidad humana, como las
condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos arbitrarios, las
deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes;
también las condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son
tratados como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y
responsables; todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente oprobios que,
al corromper la civilización humana, deshonran más a quienes los practican que a
quienes padecen la injusticia y son totalmente contrarios al honor debido al
Creador» (Constitución Pastoral Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el
mundo actual, n. 27).
4. Una
página de dramática actualidad, así valoró el Papa Juan Pablo II este texto
profético, porque en vez de disminuir surgen nuevas formas de agresión contra la
dignidad del ser humano, “a la vez que se va delineando y consolidando una
nueva situación cultural, que confiere a los atentados contra la vida un aspecto
inédito y -podría decirse- aún más inicuo(…): amplios sectores de la opinión
pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de
la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad,
sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos
con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las estructuras
sanitarias (…). El hecho de que las legislaciones de muchos países, alejándose
tal vez de los mismos principios fundamentales de sus Constituciones, hayan
consentido no penar o incluso reconocer la plena legitimidad de estas prácticas
contra la vida es, al mismo tiempo, un síntoma preocupante y causa no marginal
de un grave deterioro moral” (Carta Encíclica Evangelium Vitae, 4).
5. Hoy
queremos compartir con los creyentes y personas de buena voluntad acerca de los
peligros contra la vida que se filtran desde diversas instancias en nuestra
convivencia. Una de ellas tiene que ver con las “Normas Nacionales sobre
Regulación de la Fertilidad”. Por eso, el pasado 7 de septiembre de
2006, entregamos a la
Opinión Pública una declaración en la que manifestamos nuestra
profunda decepción por las políticas implementadas a partir del mencionado
texto, emanado del Ministerio de Salud. Entendemos la preocupación de la
autoridad por enfrentar la realidad social del embarazo adolescente; sin
embargo, si bien compartimos la preocupación, no compartimos las políticas
propuestas.
6.
A nuestro
parecer, la primera palabra que necesita nuestro país no se refiere a la
“regulación” de la fertilidad humana, sino a la valoración de la procreación en
el contexto del matrimonio y la familia; de la vida y del desarrollo del país.
Asimismo, se ha hecho del todo necesaria la educación a la responsabilidad de
ese maravilloso don de Dios que es la sexualidad humana. Hablar de la
procreación es hablar de un derecho humano. Al Estado le cabe, en primer lugar,
respetarlo, protegerlo, apoyarlo y, al mismo tiempo, velar para que la enseñanza
que se imparta en el país eduque a los jóvenes a valorarlo. Respetando todos los
derechos de los ciudadanos y de los cónyuges, el Estado también debe guiarlos y
apoyarlos a optar por una paternidad y una maternidad responsables. “En el
hombre y en la mujer, la paternidad y la maternidad, como el cuerpo y como el
amor, no se pueden reducir a lo biológico: la vida sólo se da enteramente cuando
juntamente con el nacimiento se dan también el amor y el sentido que permiten
decir sí a esta vida. Precisamente esto muestra claramente cuán contrario al
amor humano, a la vocación profunda del hombre y de la mujer, es cerrar
sistemáticamente la propia unión al don de la vida y, aún más, suprimir o
manipular la vida que nace” (Benedicto XVI, Discurso de apertura de
la Asamblea
Eclesial de la diócesis de Roma, 6 de junio de
2005).
7. Una
respuesta a esas Normas nos exigió un análisis acucioso y
multidisciplinario de aquellas afirmaciones que, revisadas y estudiadas con
detenimiento por académicos y profesionales de reconocida trayectoria, son
ajenas a la promoción de la dignidad humana y de una cultura con valores
auténticamente fundados en ella. Algunas de esas Normas claramente atentan
contra bienes sociales tan fundamentales como la libertad de los padres sobre la
educación de sus hijos, mientras que otras no se detienen ante fundadas
aprensiones de estar poniendo en peligro vidas humanas ya concebidas y
completamente indefensas.
8. De
frente a esta normativa, faltaríamos a nuestro deber de pastores si no
entregásemos esta reflexión a la comunidad eclesial y a la sociedad de la que
formamos parte. A la vez, tampoco seríamos fieles a nuestra tradición eclesial y
de servicio al país, si hoy no defendiéramos el derecho inalienable a la vida,
tal como lo hicieron nuestros predecesores en el episcopado y como, por nuestras
convicciones de ser discípulos del Señor de la vida, haremos siempre. Ayer la
defensa de los derechos humanos exigió el acompañamiento solidario de las
víctimas de todo tipo de violencia; hoy exige la defensa del más
indefenso.
9. Por eso,
a partir de los estudios de distinguidos académicos de la Pontificia Universidad
Católica de Chile acerca de las Normas queremos compartir
nuestro aporte desde la cosmovisión cristiana.
Una
aproximación ética antropológica
10. Un
documento que de suyo es “normativo”, resulta ambivalente al pretender
simultáneamente mantener una postura moralmente neutra, cuando en toda decisión
técnica subyace un punto de vista valórico. Las Normas adhieren
claramente a la así llamada “perspectiva de género” y a la corriente
“principalista” de la bioética, que enfatizan una autonomía individual que pasa
incluso por sobre el derecho a la vida y a la dignidad de otros seres humanos,
lo que contradice sus pretensiones de neutralidad.
11. El
texto, a la vez, revela inconsistencia. Pese a repetir su expresa intención de
no interferir en la decisión de las personas acerca de su forma de encarar el
tema de la regulación de la fertilidad, critica a “algunas religiones [que]
sostienen que no es posible separar el fin unitivo del fin reproductivo del acto
sexual” (p. 25). Esta es una alusión clara a la doctrina de la Iglesia Católica.
12. Además,
el texto está redactado de tal modo que no permite el necesario desarrollo y
profundización que exigen temas como éste. Una lectura más detenida revela, en
efecto, serias insuficiencias teóricas. Éstas se manifiestan, principalmente, en
la omisión o poca consideración que hay acerca de conceptos fundamentales como
amor, libertad y responsabilidad (personal y social), familia. Y
esto se debe en gran medida a que tampoco trata con claridad el concepto de
persona. Así se diluye toda su argumentación frente a los derechos y la
dignidad humana, entregando una imagen reductiva de la persona, que aparece como
un ser hedonista, materialista e individualista.
13. En las
Normas aparecen un relativismo ético y una visión antropológica que ponen
en riesgo el respeto por la vida y la dignidad de las personas, al menos de los
más desvalidos y sin voz frente a los organismos de poder. Entre ellos están no
sólo las posibles víctimas de la violencia sexual y de la pobreza, sino también
las personas aún no-nacidas (los embriones), de cuya dignidad personal no se
habla ni una sola vez en el documento.
Acercamiento
psico-social y de salud pública
14. La
situación demográfica en términos de fecundidad en Chile muestra una caída
significativa de la tasa global de fecundidad. Sin embargo, existe evidencia
estadística que la fecundidad deseada por las mujeres chilenas es bastante mayor
que la que efectivamente se realiza. Por otra parte, se observa desde hace algún
tiempo en nuestro país una fuerte tendencia al envejecimiento de la población. Por eso,
las políticas de regulación de la fecundidad deberían equilibrarse con políticas
que incentiven la fecundidad.
15. En este
contexto, de acuerdo al último Censo del año 2002, hay un aumento en la
precocidad de la maternidad adolescente, especialmente de jóvenes solteras. A la
vez, datos disponibles también constatan que hay diferencia en el país en la
edad de iniciación sexual, como también en la edad del acceso y uso de
anticonceptivos. Esta iniciación es más temprana en niñas de menor nivel
socioeconómico, cuya falta de oportunidades sociales muchas veces les hace ver
la maternidad como finalidad y como algo deseado. Estos antecedentes permiten
plantear la necesidad de enfatizar políticas que resuelvan las brechas
socioeconómicas y educacionales. Desde el punto de vista de salud eso supone
enfatizar uno de los objetivos sanitarios propuesto para la década (Ministerio
de Salud, 2002): “Retraso de la edad de inicio de la actividad
sexual”.
16. Las
Normas presentadas por el Ministerio de Salud pretenden ser instrumento de apoyo
para el logro de los Objetivos Sanitarios en esta materia. Sin embargo, según
demuestra la experiencia de otros países, los objetivos de impacto que proponen
las Normas no son posibles de alcanzar exclusivamente mediante las estrategias
propuestas por ellas. Para que las políticas sanitarias sean efectivas, en
particular en los adolescentes, se requiere de un abordaje integrado que permita
cerrar las brechas socio-económicas y educacionales del país y promover la
integración social. A la vez, se hace necesario un fuerte trabajo en el ámbito
psico-social, que avance hacia un enfoque preventivo y especialmente promocional
para los adolescentes.
17.
Asimismo, los estudios subrayan por doquier la importancia de apoyar, educar y
proteger el desarrollo adolescente. Principalmente la familia, y también la
escuela, comunidades y organizaciones que rodean al adolescente, pueden ayudarle
a lograr las tareas propias de su desarrollo, pero también pueden ser una
barrera para su logro. Los adolescentes necesitan entornos que les ofrezcan
información, orientación y apoyo emocional, como también reglas, estructuras,
expectativas claras y elevadas y límites coherentes bien definidos. Así, los
planes, políticas y programas de salud dirigidos a fortalecer el desarrollo y la
salud integral del adolescente deben hacer partícipe a la familia y a los
adultos cercanos como algo fundamental para un desarrollo armónico, en el que se
integren valores como respeto, solidaridad, generosidad, afectividad, humildad,
espiritualidad y honradez. En cambio, en las Normas se propone privilegiar el
derecho a la intimidad y al ejercicio de la autonomía individual por parte de
los adolescentes, lo que en la práctica significa que ellos se vean privados del
derecho a recibir el apoyo y la orientación de sus padres en un momento
importante y delicado de su desarrollo afectivo.
Consideraciones
biomédicas
18. Las
Normas se centran fundamentalmente en impulsar y ofrecer a la población
diversos tipos de anticonceptivos, la mayoría de ellos enfocados a la mujer y de
largo tiempo de uso en nuestro país. El ofrecimiento de técnicas de
esterilización quirúrgica de acuerdo a la normativa vigente desde el año 2000
(Ministerio de Salud, Resolución Exenta 2326), incluye procedimientos que los
médicos podrían realizar ante la sola petición informada de un mayor de edad sin el
conocimiento ni consentimiento de su cónyuge. Esto implica un cambio radical en
el concepto y ética del ejercicio de la medicina cuya gravedad y trascendencia
no han sido suficientemente destacadas: se reemplaza la evaluación de las
acciones de salud como un bien objetivo para la vida de las personas por la sola
petición autónoma del requirente. Por otra parte, aceptar que la esterilización
masculina y femenina puedan ser demandadas por los casados sin el acuerdo del
otro cónyuge, implica suprimir la procreación como compromiso mutuo del contrato
matrimonial, lo que es contrario al Código Civil (art.
102).
19. Entre
los aspectos biomédicos, se destaca el tema de la Anticoncepción de Emergencia
(ACE), específicamente la recomendada en las Normas, el Levonorgestrel
(LNG) conocido también como “píldora del día después” (PDD), dado que además de
los reparos éticos y sanitarios que se le puedan hacer como anticonceptivo, hay
un elemento adicional relevante, es decir, su posible efecto
abortivo.
20. Desde
el punto de vista ético, el solo hecho de que existan datos que muestran que es
probable que la ACE tenga un efecto “interceptivo” o abortivo hace que sea
éticamente inadmisible su uso para quienes respetan la vida de todos los seres
humanos. Tradicionalmente se ha aceptado que la sociedad tiene el deber de
proteger especialmente los derechos de aquellos miembros suyos que no pueden
defender esos derechos por sí mismos. En este sentido, se puede afirmar que el
respeto por la autonomía de las personas exige que la sociedad proteja a los
seres humanos que no pueden ejercer la autonomía, como es el caso del ser humano
antes de su implantación.
21. Sobre
la base del mismo principio, las personas tienen derecho a una información
completa y veraz para tomar decisiones autónomas y en conciencia. El público
tiene derecho a saber que la ACE, incluido el LNG, tiene como uno de sus fines
el lograr un efecto “interceptivo” o abortivo; que hay hechos que muestran que
es probable que el LNG tenga este efecto cuando es usado en determinados días
del ciclo menstrual; y que los estudios publicados no han descartado este
efecto.
22. Para
afirmar que el LNG no es abortivo se requerirían estudios con el mayor nivel de evidencia y
donde el peso de la prueba recaería, como sucede con cualquier otro compuesto
farmacéutico, sobre quienes comercializan o distribuyen el LNG. Sin embargo, tal
experimentación conlleva el riesgo de matar seres humanos ¿Sería ético
realizarlo?
Aspectos
legales
23. Las
Normas Nacionales sobre Regulación de Fertilidad afectan el ordenamiento
jurídico chileno y se alejan del cumplimiento de los deberes del Estado hacia
las personas y las familias.
24. La
Constitución reconoce que “el Estado está al servicio de la persona humana”
, centrando en ello toda eventual regulación posterior y considerando que
“las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos” , limitando
su actuar en el respeto a los “derechos esenciales que emanan de la
naturaleza humana”. En razón de ello, al estar sujeto el carácter
instrumental del Derecho a la búsqueda del bien común y la protección de la
persona, el hecho de hacerse cargo de la realidad del embarazo adolescente en el
país no puede servir de modo alguno como justificación para la intervención del
Estado en la vida privada de las personas o para atentar contra los derechos de
los involucrados, lo que incluye al no nacido.
25. Las
Normas contienen una visión ideológica de cómo debe formarse la familia,
que excede largamente la competencia que el Estado tiene en relación a ella,
pues su deber constitucional y civil se traduce en su resguardo y protección
garantizando su adecuada autonomía.
26. Las
Normas, según numerosos juristas, evidencian inconstitucionalidades de
fondo, pues contienen serias vulneraciones a tres garantías fundamentales de
nuestro derecho, como el derecho a la vida, el derecho a la vida privada y el
derecho preferente de los padres de educar a sus hijos.
Conclusiones
27. La
contundencia de los informes recibidos nos anima a expresar nuestra profunda
inquietud por la vigencia de estas Normas que, lejos de ayudar a vivir en
un país más humano, promueven medidas unilaterales que impiden asumir la
responsabilidad y el desafío de construir un camino seguro hacia el desarrollo
humano integral basado en la promoción de valores.
28. Miramos
con decepción y preocupación las alusiones peyorativas que contienen
determinadas afirmaciones de las Normas del Ministerio de Salud acerca de
las reflexiones y los planteamientos que “algunas religiones” pueden hacer
frente a estos temas. Por lo mismo, preocupa que puedan ser expresión de ciertas
posturas ideológicas que sustentan que la religión es algo carente de
racionalidad o que toda referencia a Dios debe quedar reducida al ámbito de lo
privado o a la conciencia individual. “Es indudable que el hombre puede
organizar la tierra sin Dios; pero sin Dios, al fin y al cabo, no puede
organizarla sino contra el hombre” (Pablo VI, Encíclica Populorum
Progressio, 42).
29. El
debate, ese noble ejercicio del espíritu humano tan fundamental en el
fortalecimiento de la democracia, no puede ser pretexto para inducir y
justificar eventuales ataques a los cimientos de la sociedad. El respeto a la vida
humana no es debatible.
30. Por lo
mismo, valoramos inmensamente la opción por la vida de parlamentarios de
distintas agrupaciones políticas. Con ellos tenemos una deuda no sólo de
gratitud, sino también de acompañamiento en sus fundamentales responsabilidades
de legislar a favor de la vida desde su concepción hasta la muerte natural, y
que se exprese en una coherente opción por los más pobres y marginados, por los
ancianos y enfermos, por los niños, los jóvenes y las mujeres, por los esposos y
las familias, por el derecho al trabajo y a salarios dignos, es decir, por una
opción gratuita por promover la vida, don de Dios y responsabilidad de los seres
humanos.
31. Con el
Papa Juan Pablo II, afirmamos que no queremos para Chile lo que ha sucedido o
está sucediendo en otras latitudes donde “la democracia, a pesar de sus
reglas, va por un camino de totalitarismo fundamental. El Estado deja de ser la
casa común donde todos pueden vivir según los principios de igualdad
fundamental, y se transforma en Estado tirano, que presume de poder disponer de
la vida de los más débiles e indefensos, desde el niño aún no nacido hasta el
anciano, en nombre de una utilidad pública que no es otra cosa, en realidad, que
el interés de algunos. Parece que todo acontece en el más firme respeto de la
legalidad, al menos cuando las leyes que permiten el aborto o la eutanasia son
votadas según las, así llamadas, reglas democráticas. Pero en realidad estamos
sólo ante una trágica apariencia de legalidad, donde el ideal democrático, que
es verdaderamente tal cuando reconoce y tutela la dignidad de toda persona
humana, es traicionado en sus mismas bases (…). Reivindicar el derecho al
aborto, al infanticidio, a la eutanasia, y reconocerlo legalmente, significa
atribuir a la libertad humana
un significado perverso e inicuo: el de un poder absoluto sobre
los demás y contra los demás. Pero ésta es la muerte de la verdadera libertad:
En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo (Jn
8, 34)” (Evangelium Vitae, 20).
32. El
mundo cristiano y la
Iglesia Católica ha celebrado las fiestas de Navidad, del
nacimiento de Jesús, culminando con la Epifanía, es decir, el misterio de la
manifestación de Dios en la vulnerabilidad del Niño Dios. A ese Niño lo
reconocieron los pastores y los magos de Oriente. Con alegría constatamos que en
nuestra cultura la Navidad a nadie deja indiferente, ya sea reconociendo y
profesando que el Niño del pesebre es el Hijo de Dios, ya sea adhiriendo a
sentimientos de paz y felicidad para todos. El intercambio de regalos es un
signo elocuente con el que expresamos la bondad originaria que anida en nuestros
corazones y que queremos compartir con los demás, especialmente con los seres
queridos, con los niños, con los ancianos, con los más pobres. Han sido
innumerables los gestos y las acciones solidarias a favor de la vida concreta de
nuestros hermanos y hermanas más pobres que han dado sentido a estos días de la
celebración del nacimiento del Niño Dios.
33. Porque
el Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús, queremos
renovar nuestra acogida a Él, anunciándolo como buena noticia para nuestra
Patria. En efecto, “en la aurora de la salvación, el nacimiento de un niño es
proclamado como gozosa noticia: «Os anuncio una gran alegría, que lo será para
todo el pueblo:
os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor» (Lc 2,
10-11). El nacimiento del Salvador produce ciertamente esta «gran alegría»; pero
la Navidad pone también de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento
humano, y la alegría mesiánica constituye así el fundamento y realización de la
alegría por cada niño que nace (cfr. Jn 16, 21)” (Evangelium Vitae,
1).
34.
Nuestras reflexiones están también animadas por los jóvenes que participan en
las comunidades eclesiales, en las distintas instancias de voluntariado y de
solidaridad que despliegan en su Iglesia; en las misiones a lo largo del país.
Ellos nos dan ejemplo de la sensibilidad ante la vida en el servicio de los
niños enfermos en hospitales, de las personas encarceladas, de los ancianos, de
los habitantes de nuestras calles. Como la Virgen María en su visita a su
prima Isabel son solícitos a acudir donde los más pobres y débiles portando a
Cristo, llevando alegría y buenas noticias, valorando la vida de sus
hermanos.
35.
Proponemos estas reflexiones a los creyentes y a los hombres y mujeres de buena
voluntad para meditar responsable e integralmente sobre los problemas que nos
aquejan como sociedad, para buscar soluciones que enaltezcan el alma de Chile,
pensando en el país que queremos construir de cara al Bicentenario.
El Comité
Permanente de la
Conferencia Episcopal de Chile
† Alejandro
Goic Karmelic, Obispo de Rancagua, Presidente
† Gonzalo
Duarte García de Cortázar, Obispo de Valparaíso,
Vicepresidente
† Francisco
Javier Errázuriz Ossa, Cardenal Arzobispo de Santiago
† Ricardo
Ezzati Andrello, Arzobispo electo de Concepción
† Cristián
Contreras Villarroel, Obispo Auxiliar de Santiago, Secretario
General