EL MATRIMONIO: UNA COMUNIÓN DE VIDA Y
AMOR
(sobre anticoncepción)
Monseñor Victor Galeone, Obispo de St. Augustine (Florida)
Hermanos y hermanas en el
Señor,
1. Algunas legislaciones de estados están
considerando leyes que podrían redefinir el matrimonio como la unión estable de
dos adultos sin importar el género. Tal legislación equipararía las uniones del
mismo sexo con el matrimonio tradicional. Además, continúan extendiéndose los
divorcios hasta el punto que las parejas pueden ahora lograr un divorcio de
buena fe por internet con un coste de 50 a 300 dólares.
Estos últimos avances son meros síntomas de un
desorden sumamente más serio. Hasta que no se afronte la raíz de tal desorden,
me temo que continuará cosechando frutos de matrimonios fallidos y empeorando el
comportamiento sexual en todos los ámbitos de la sociedad.
¿El desorden? La anticoncepción. La práctica está tan
extendida que envuelve al 90% de las parejas casadas en algún momento de su
matrimonio, implicando a todas las denominaciones. Puesto que uno de las
principales funciones del obispo es enseñar, os invito a reconsiderar lo que la
Iglesia afirma sobre este tema y, lo más importante, por
qué.
I. El plan de Dios para el matrimonio.
2. La gran mayoría de la gente de hoy en día
considera la anticoncepción un tema fuera de discusión. De manera que
etiquetarla como un desorden suena a gran exageración. Y revisarla se parece a
estudiar algo que cae en el vacío. Pero la anticoncepción es un tema a
considerar, un tema absolutamente vital. Para comprender por qué está mal, es
necesario primero entender lo que Dios consideró originalmente que debía ser el
matrimonio. En los primeros capítulos del Génesis aprendemos que Dios mismo
diseña el matrimonio con un propósito doble: para comunicar vida y
amor.
3. Hay dos relatos de la creación en el libro del
Génesis. El primer relato tiene lugar en capítulo primero: «Creó, pues, Dios al
ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó»
(1). El siguiente versículo contiene el primer mandamiento dado por Dios: «Sed
fecundos y multiplicaos y llenad la tierra». Vemos así que el primer propósito
de Dios para el matrimonio es el dar vida.
Sin el amor que envuelve a marido y mujer, la vida
humana dejaría de existir en esta tierra. En el segundo relato de la creación en
Génesis 2, aprendemos que el otro propósito que Dios tiene para el matrimonio es
el dar amor: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda
adecuada» (2). Sí, Dios piensa en el marido y la mujer para que sean amigos
íntimos, apoyándose el uno en el otro en el amor mutuo y duradero. En
consecuencia, el matrimonio existe para comunicar vida y
amor.
4. Los dos propósitos del matrimonio están mutuamente
interconectados hasta ser inseparables. Primero, hay que recordar que Jesús
eliminó la posibilidad del divorcio al aplicar estas palabras a la unión del
hombre y de la mujer: «Los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son
dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre»
(3).
En otras palabras, los esposos forman una entidad
orgánica, como la cabeza y el corazón – no mecánica, como la cerradura y la
llave. La separación de la cabeza o del corazón del cuerpo –al contrario que la
retirada de una llave de su cerradura- provoca la muerte del organismo. Así
ocurre también con el divorcio. Asimismo, ha sido Dios quien ha combinado los
aspectos del matrimonio de dar amor y dar vida en uno y en el mismo
acto.
Por lo tanto, no podemos separar a través de la
anticoncepción lo que Dios unió en el acto conyugal más de lo que podemos
separar a través del divorcio lo que Dios unió en la misma unión matrimonial
(4).
II. El lenguaje corporal del amor conyugal.
5. Antes de examinar lo que la Iglesia enseña sobre
la anticoncepción, quisiera hacer una digresión por un momento. Según el Papa
Juan Pablo II, Dios pensó que el amor matrimonial se expresara en un lenguaje
especial – el lenguaje corporal del acto sexual (5). De hecho, la comunicación
sexual utiliza muchos de los mismos términos que utiliza la comunicación verbal:
cópula, conocer (carnalmente), concebir, etc... (6). Con esto en mente, vamos a
plantear algunas preguntas:
-- ¿Es normal que una esposa se ponga auriculares
mientras escucha a su marido?
-- ¿Es normal que un marido se tape la boca con la
mano, mientras habla con su esposa?
Estos ejemplos son tan anormales que parecen
absurdos. ¿Si tal comportamiento resulta anormal para la comunicación verbal,
por qué toleramos que una esposa use un diafragma o la píldora, o un marido
utilice un condón durante la comunicación sexual?
6. Todavía peor, ¿cómo se puede justificar que un
marido sufra la intervención de un cirujano en sus robustas cuerdas vocales, o a
una esposa se le quiten los tímpanos quirúrgicamente? En el área de la
comunicación sexual, ¿en qué se diferencian estos horroríficos ejemplos de una
vasectomía o de una ligadura de trompas?
¿No es tarea de un cirujano el quitar un órgano sólo
cuando está enfermo y amenaza la vida humana? ¿Si los testículos o los ovarios
no están enfermos, sobre la base de qué estamos frustrando su propósito? ¿Podría
ser que estemos adoctrinados por la cultura de la muerte por lo que consideramos
ahora que un bebé es una enfermedad, de la que nos debemos inmunizar a través de
la esterilización?
7. ¡Sí, hemos sido creados a imagen y semejanza de
Dios! Jesús nos reveló la vida interna de Dios como una Trinidad de personas.
Por consiguiente, el lenguaje del cuerpo de la unión conyugal entre un hombre y
una mujer debe reflejar la propia vida interna de Dios, el amor mutuo entre el
Padre y el Hijo, que es la persona del Espíritu Santo. Desde la primera página
hasta la última, la Biblia es una historia de amor.
Comienza en el Génesis con el matrimonio de Adán y
Eva y termina en el libro del Apocalipsis con el banquete festivo del Cordero –
el matrimonio de Cristo y su Esposa, la Iglesia. Desde toda la eternidad Dios
anhela darse a nosotros en matrimonio. Nadie ha expresado este hecho de modo más
gráfico que el profeta Isaías: «Porque como se casa joven con doncella, se
casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti
tu Dios» (7).
San Pablo embelleció este tema cuando escribió:
«Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí
mismo por ella» (8). ¿Cómo se entregó Cristo por su Iglesia? Totalmente - ¡hasta
la última gota de sangre! No recibió nada a cambio. ¿Si los maridos han de amar
a sus esposas como Cristo amó, pueden recibir algo? ¿Ni siquiera la
fertilidad?
III. Anticoncepción: diciendo mentiras con nuestros
cuerpos.
8. Puesto que Dios formó nuestros cuerpos macho y
hembra para comunicar tanto la vida como el amor, cada vez que un marido o una
esposa frustra deliberadamente este doble propósito por medio de la
anticoncepción, están diciendo una mentira. El lenguaje del cuerpo del acto
conyugal dice, «Yo soy todo tuyo», pero el dispositivo anticonceptivo agrega,
«excepto en cuanto a mi fertilidad».
En términos reales, se están mintiendo el uno al otro
con sus cuerpos. Incluso pero, están usurpando tácitamente el papel de Dios.
Frustrando el propósito del abrazo de amor conyugal, están diciendo a Dios:
«Puedes haber hecho nuestros cuerpos para ayudarnos a transmitir la vida a un
alma inmortal, pero has cometido un error – un error que intentamos corregir. Tú
puedes ser Señor de nuestras vidas – pero no de nuestra
fertilidad».
9. Hace 35 años, Pablo VI dijo en esencia la misma
cosa cuando publicó su encíclica «Humanae Vitae»: «Esta doctrina, muchas veces
expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios
ha querido, y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos
significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado
procreador» (9).
El Papa Pablo condenó toda forma de anticoncepción
como impropia de la dignidad de la persona humana. Surgió contra su enseñanza
una oleada de disentimiento enfadado. Católicos y no católicos regañaron a la
par «al viejo célibe del Vaticano» por haberse equivocado al leer los signos de
los tiempos y obstaculizar así la entrada plena de la Iglesia en la era moderna.
Pero el Santo Padre estaba simplemente exponiendo la enseñanza de la Iglesia que
no ha tenido cambios desde sus comienzos, mantenida por todas las denominaciones
cristianas hasta que la Iglesia anglicana hizo la primera ruptura en la
Conferencia de Lambeth en 1930 (10). En esencia – aunque no lo expresara con
estas palabras exactas- estaba declarando: «No es un derecho del hombre el
separar lo que Dios ha unido. Intentar hacerlo podría al hombre en el lugar de
Dios, y atraería una serie de males indecibles sobre la
sociedad».
10. Muchos se mofaron de las consecuencias
calamitosas que el Papa Pablo predijo si se extendía la anticoncepción. Entre
sus predicciones estaban: 1) aumento de la infidelidad conyugal; 2) Descenso
general de la moralidad, especialmente entre los jóvenes; 3) maridos que ven a
sus esposas como meros objetos sexuales; y 4) gobiernos forzando a su gente a
programas masivos de control de nacimientos.
Treinta y cinco años más tarde el paisaje moral se
presenta con la rígida realidad siguiente: 1) El porcentaje de divorcio se ha
triplicado. 2) El número de enfermedades de transmisión sexual ha aumentado de 6
a 50. 3) La pornografía gana más que todas las entradas de deportes
profesionales y entretenimientos legítimos en conjunto. 4) En el tercer mundo se
fuerza a la esterilización a mujeres sin que lo sospeche, con la política de un
niño por pareja de China en la vanguardia. Hoy, incluso los críticos de la
«Humanae Vitae» admiten que su enseñanza fue profética
(11).
11. Muchos católicos que hacen uso de los
anticonceptivos sostienen que no están haciendo nada malo puesto que están
obedeciendo a los dictados de su conciencia.
Después de todo, ¿no enseña la Iglesia que debemos
seguir nuestra conciencia para decidir si un comportamiento es correcto o
erróneo? Sí, eso es verdad teniendo en cuenta que tenemos una conciencia
rectamente formada. Debemos todos conformar nuestras conciencias individuales
con la ley natural y los Diez Mandamientos, de la misma manera que ajustamos
nuestros relojes con la hora solar (el horario de Greenwich). Si un reloj va
demasiado rápido o demasiado lento, pronto nos dirá que es hora de acostarnos
cuando esté amaneciendo. Y decir que debemos acomodar nuestras conciencias
individuales a comportamientos que contradicen claramente la ley de Dios es lo
mismo que decir que debemos ajustar nuestras vidas al reloj, cuando nos está
diciendo que la noche es el día (12).
IV. La planificación familiar natural: diciendo la
verdad con nuestros cuerpos.
12. Me temo que mucho de lo que he dicho parece muy
crítico con las parejas que utilizan anticonceptivo. En realidad, no las estoy
culpando de lo que ha ocurrido en las últimas décadas. No es un fallo suyo. Con
raras excepciones, debido a nuestro silencio somos los obispos y sacerdotes los
culpables (13).
Una carta que recibí de un joven padre el año pasado
es ejemplo de muchas otras: «Al inicio de nuestro matrimonio, Jan y yo
utilizamos anticoncepción artificial como todos los demás. La cultura de hoy en
día nos decía que era una cosa normal el hacerlo. Conocíamos las enseñazas
‘oficiales’ de la Iglesia contra ella, pero no se nos enseñó el porqué. Incluso
hicimos que los sacerdotes nos dijeran que era una decisión personal, si
sentíamos la necesidad de usar la anticoncepción, estaba bien. Pero las parejas
necesitan que se les enseñe porqué la anticoncepción está mal. Nunca se nos
enseñó que la píldora es un abortivo, que posiblemente puede abortar a un niño
(recién concebido) sin que lo sepamos. No se nos enseñó que el control
artificial de nacimientos es un obstáculo para construir un matrimonio sano. No
sabíamos que había una alternativa más sana, aprobada por la Iglesia, al control
artificial de nacimientos».
13. Mientras que la anticoncepción siempre es
incorrecta, hay una forma moralmente aceptable para que las parejas casadas
espacien sus hijos – la planificación familiar natural. Las parejas pueden
regular los nacimientos al abstenerse del acto conyugal durante el periodo
fértil de la mujer. Los instructores de la planificación familiar natural
enseñan a las parejas cómo identificar los días fértiles, que pueden durar entre
7 y 10 días por ciclo.
La planificación familiar natural tiene algunas
ventajas: es científicamente sana, no tiene efectos secundario dañinos, y no
exige coste alguna tras los gastos iniciales de material. Los estudios han
demostrado que la planificación familiar natural, cuando se sigue
cuidadosamente, puede tener una efectividad en retrasar el embarazo del 99%.
Esto equivale a la píldora y es mejor que cualquier método de barrera. Lo mejor
de todo, mientras se cumple con la voluntad de Dios, el marido y la mujer
descubren las funciones hermosamente formadas de su fertilidad, aumentan su
intimidad, y profundizan en el amor del uno por el otro.
14 ¿Pero en qué se diferencia la planificación
familiar natural de la anticoncepción? ¿Y por qué tanta incomodidad, si el
objetivo es el mismo? Para entender la diferencia, uno debe tener en cuenta que
tener una recta intención para una acción no justifica siempre los
medios.
Por ejemplo, dos parejas distintas quieren sacar
adelante a sus familias. La primera pareja lo hace a través de un empleo
legítimo, mientras que la otra lo hace traficando con drogas ilegales. O dos
personas quieren perder peso. La primera lo lleva a cabo sometiéndose a una
estricta dieta, mientras que la otra persona come en exceso y luego se induce el
vómito. O para volver a nuestra analogía del lenguaje del cuerpo. Decir que la
planificación familiar natural no se diferencia de la anticoncepción es como
decir que quedarse callado es lo mismo que decir una
mentira.
Pablo VI expresó la misma idea de modo más poético:
«Usufructuar, en cambio, el don del amor conyugal respetando las leyes del
proceso generador significa reconocerse no árbitros de las fuentes de la vida
humana, sino más bien administradores del plan establecido por el Creador»
(14).
15. ¿Qué pensaría usted de un científico que
descubriera la cura contra el cáncer pero rechazara el divulgarla? ¿De cara al
cáncer espiritual que ataca hoy a la familia, cómo puede uno explicar la
reticencia de nosotros, obispos y sacerdotes, al predicar la buena nueva de la
enseñanza plena de la Iglesia sobre el amor y la vida
matrimonial?
Considere esta estadística: hoy en día al menos el
30% de todos los matrimonios acaban en divorcio, en comparación de sólo el 3% de
quienes utilizan la planificación familiar natural. Desde que se vulgarizó el
uso de la anticoncepción a principios de los sesenta hasta el presente, ha
habido un aumento, en correspondencia, en la incidencia de divorcios. ¿Cómo se
explica un aumento tan dramático de matrimonios fallidos? Como veíamos en el
parágrafo 4, separa lo que Dios ha unido en el acto conyugal por medio de la
anticoncepción acaba teniendo repercusiones en lo que Dios ha unido en la unión
matrimonial – es decir, el divorcio. La solución es clara. Lo que se necesita es
valor.
16. Para ir en contra del silencio que rodea la
enseñanza de la Iglesia en esta área, como vuestro obispo, pido que las
siguientes directrices se pongan en práctica en nuestra
diócesis:
-- Todos los ministros de pastoral deberían estudiar
el mensaje liberador de la «teología del cuerpo» de Juan Pablo II para
compartirlo con los demás (16).
-- Los confesores deberían familiarizarse con el
«Vademécum para Confesores sobre algunos Aspectos de la Moralidad en la Vida
Conyugal».
-- Cuando sea apropiado, los sacerdotes y diáconos
deberían presentar en sus homilías la enseñanza de la Iglesia que trata del
matrimonio, incluyendo por qué el comportamiento anticonceptivo es
incorrecto.
-- La adecuada instrucción sobre planificación
familiar natural se convierte en parte integrante de todos los programas de
preparación al matrimonio.
-- La instrucción en nuestras escuelas superiores,
grados superiores en las clases de educación religiosa, y las clases RCIA
deberían enseñar con claridad la inmoralidad de aquellas formas de
comportamiento sexual condenadas por la Iglesia, incluyendo la
anticoncepción.
17. Para finalizar, quisiera citar un artículo de
Roberta Roane que apareció en el National Catholic Reporter. Ella comenzaba
afirmando: «Sí, yo estaba viva y era fértil en 1968. Tenía 19 años y sabía que
la píldora era un don de Dios y la ‘Humanae Vitae’ algo verdaderamente carcamal.
La píldora iba a eliminar los embarazos adolescentes, la desarmonía conyugal y
los problemas de población mundial...» Tras relatar su odisea de tener tres
hijos mientras cambiaba de la píldora, al DIU, a los condones,
continúa:
«Finalmente, mi marido y yo llegamos a un momento
crucial. En un momento muy bajo en nuestro matrimonio, encontramos a grandes
personas que nos impulsaron a dar de verdad nuestras vidas al Señor y ser castos
en nuestro matrimonio».
«Aquello ventiló nuestras mentes. Pensamos que eso
significa ‘fuera sexo’. Eso no es lo que significa. Significa respetar la unión
corporal como un acto sagrado. Significa actuar como una pareja con amor, una
pareja con sagrado temor, no como una pareja de gatos en celo. Para mi marido y
para mía, significa la planificación familiar natural... y no les quiero
engañar, es una disciplina difícil. La planificación familiar natural y una
actitud casta hacia el sexo en el matrimonio nos abrieron un mundo nuevo. Nos
llevó a mi marido y a mí a un camino que es tan profundo, tan sólido, que es
difícil de describir. Algunas veces resulta difícil, pero eso nos hace incluso
estar más cercanos. Nos reverenciamos mutuamente. Y cuando estamos juntos, somos
como recién casados».
«Es triste decirlo, he cumplido los 35 años cuando me
he dado cuenta finalmente de que la Iglesia tenía razón en todo. No la Iglesia
que presenta Charli Curran y que se podría definir como \"sé sincero y sigue
adelante\", sino la Iglesia verdadera, la Iglesia que hemos encontrado en la
Couple to Couple Leage, la Iglesia católica».
«La Iglesia tiene razón sobre la anticoncepción
(«apesta»), tiene razón sobre el matrimonio (es un sacramento), tiene razón
sobre la felicidad humana (fluye-no, inunda cuando abrazas la voluntad de Dios).
Nos ha hecho profundos. Ha abierto nuestros corazones al amor»
(17).
Roberta Roane está repitiendo simplemente lo que San
Pablo dijo hace muchos siglos: «¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del
Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os
pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en
vuestro cuerpo» (18).
NOTAS
(1) Génesis 1:27. La Escritura siempre considera a
los niños una bendición (Salmos 127:3) y la esterilidad una deshonra (Lucas
1:25).
(2) Génesis 2:18.
(3) Marcos 10:8,9.
(4) John F. Kipley desarrolla este tema en «Birth
Control and Christian Discipleship», CCL, Cincinnati,
1994.
(5) «Teología del Cuerpo», Audiencias de los
Miércoles, 5 de marzo de 1980.
(6) El significado inicial de la cópula es un
«intercambio de pensamientos». En tiempos de Shakespeare se acostumbraba a
utilizar el verbo saber como un eufemismo de tener relaciones sexuales. Concebir
todavía se aplica tanto a la comunicación sexual como a la verbal: «Concibió su
primer hijo» / «No puedo concebir cómo ha ocurrido».
(7) Isaías 62:5.
(8) Efesios 5:25.
(9) «Humanae Vitae», No. 12.
(10) John F. Noonan, en su señalado estudio,
«Contraception» (Cambridge: Harvard University Press, 1965), detallaba la
historia de la práctica anticonceptiva desde los tiempos antiguos hasta el
presente. Aporta documentación de que, desde la «Dídaje» (año 80 de nuestra era)
hasta la Conferencia de Lambeth en 1930, todas las denominaciones cristianas,
sin excepción, consideraron la anticoncepción intrínsecamente
inmoral.
(11) En un artículo que apareció en U. S. News &
World Report (1 de julio de 1996, pág. 57), el prominente antropólogo Lionel
Tiger culpa al uso extensivo de la píldora de muchos de los problemas de hoy,
que empezaron en los sesenta: «Como ocurre con frecuencia, la tecnología (en
este caso la anticoncepción) ha generado un resultado inesperado: más abortos,
más familias de un solo padre, más hombres que abandonan su papel de buenos
proveedores y una mayor tasa de divorcios».
(12) Adaptado de
«Good Work», The Dorothy Day Book (Templegate).
(13) El Papa Gregorio Magno reprendió a los obispos
de su tiempo por ser débiles pastores porque no levantaban su voz cuando era su
deber: «Pastores que faltos de valor dudan en proclamar lo que deberían, por
culpa del respeto humano. Como la voz de la Verdad nos dice, tales son
‘mercenarios que huyen refugiándose en silencio cuando aparece el lobo’» (PL 77,
30).
(14) «Humanae Vitae», No. 13.
(15) Los estudios difieren en el porcentaje de
divorcios de las parejas que utilizan la planificación familiar natural. El
Centro para el Control y Prevención de Enfermedades dice que es del 5%, mientras
que Family of the Americas afirma que es menos del 2%.
(16) Los Rvdos. Richard Hogan y John LeVoir han
escrito un comentario sobre la teología del cuerpo de Juan Pablo II, en
«Covenant of Love», Ignatius Press (1992). Para una versión simplificada del
texto de las audiencias de Juan Pablo II, monseñor Vicent Walsh ha publicado
«The Theology of the Body» (Key of David Publications). Y Christopher West,
anterior director de la Oficina de Matrimonio y Vida Familiar de la
Archidiócesis de Denver (http://www.theologyofthebody.net),
tiene unos excelentes audio comentarios sobre el mismo
tema.
(17) National Catholic
Reporter, 31 de octubre de 1986.
(18) 1 Corintios 6:19,20.
Fuente: Agencia Zenit, 15/11/03