clonacion
terapéutica y células madre de adultos
Por
Vicente Bellver Capella
Las posibilidades terapéuticas que abre la investigación con células
madre (también conocidas como células tronco o estaminales) constituye una
verdadera revolución para la medicina en el futuro inmediato. Estas células son
células que todavía no se han convertido en células de un tejido específico
-son, por tanto, células más o menos indiferenciadas- y que, si se orienta su
desarrollo en un determinado sentido, pueden llegar a convertirse en células del
tejido que necesitemos. Con el cultivo en el laboratorio de estas células y el
control de su especificación estaremos en condiciones de curar enfermedades tan
graves y variadas como el Alzheimer, el Parkinson, la diabetes juvenil, las
lesiones de la médula espinal, algunos tipos de cáncer, el infarto de miocardio,
etc. No se puede dudar de que estamos ante algo que, antes o después, nos
afectará a todos.
La principal controversia
entorno a células madre tiene que ver con el modo en que son obtenidas. Hay tres
fuentes para ello: nuestro propio cuerpo; las células precursoras las gónadas de
los fetos abortados; y los embriones cuando están en la fase de blastocisto, es
decir, entre los días cinco a catorce desde su concepción. La primera de las
fuentes no plantea, en principio, más conflictos éticos que los relativos al
consentimiento informado de la persona de la que se vayan a obtener las células.
La segunda nos remite a los problemas sobre el uso de tejidos fetales para fines
de investigación o de terapia. No es el momento de tratar la diferencia entre la
licitud moral de utilizar tejidos de fetos abortados espontáneamente y la
ilicitud de emplear los resultantes de abortos voluntarios. La tercera es la más
problemática pues supone acabar con la vida de los embriones de los que se
obtengan las células. Esos embriones, a su vez, pueden tener diversas
procedencias. Pueden ser embriones sobrantes de fecundaciones artificiales;
embriones fecundados in vitro con la
única finalidad de experimentar con ellos; o embriones creados por clonación,
utilizando óvulos humanos o de animales (ya se ha hecho con el de una
vaca).
Cuando hace casi tres años
se consiguieron aislar en el laboratorio células madre embrionarias, se extendió
la idea de que esta fuente de células madre -éticamente muy cuestionada- era la
única para curar la mayor parte de enfermedades y lesiones celulares del ser
humano. Se pensaba que sólo estas células eran pluripotentes, es decir, capaces
de transformarse en cualquier tejido del cuerpo humano. Las células madre
obtenidas de adultos eran únicamente multipotentes, o sea, con capacidad para
dar lugar a algunos tipos de tejidos pero no a todos. Así, por ejemplo, las
células madre de la sangre sólo podían dar lugar a glóbulos blancos, rojos y
plaquetas, pero no a células nerviosas o musculares. En los últimos dos años,
como luego veremos, esta creencia ha quedado completamente desmentida.
1. Las decisiones británica y
americana
A pesar de ello, algunos
Estados han manifestado su disposición de permitir, e incluso financiar, la
creación e investigación con embriones para obtener células madre. A mediados de
agosto, Tony Blair anunció su decisión de enviar al Parlamento un proyecto de
reforma de la ley sobre fertilización y embriología humana (Human Fertilization and Embryology Act,
1990) para permitir la creación de embriones humanos -por fecundación in vitro o por clonación- y obtener de
ellos células madre con las que investigar[i]. La ley todavía vigente permite
crear embriones para la investigación, pero sólo mediante la técnica de la
fecundación in vitro y únicamente
para mejorar la eficiencia de los tratamientos de infertilidad. El razonamiento
que ha seguido el gobierno británico es sencillo: si permitimos crear embriones
para mejorar las técnicas de fecundación artificial, ¿por qué prohibir la
creación de embriones para utilizarlos en la cura de enfermedades? Seguramente
en otoño el proyecto de reforma de la ley de 1990 llegará al Parlamento.
Como reacción a esta
decisión, la primera semana de septiembre el Parlamento Europeo aprobó una
resolución dirigida al gobierno británico para que reconsiderara su decisión de
cambiar la ley y permitir la clonación de embriones. Esta resolución pone de
manifiesto la diferencia de criterios existente entre la mayoría de los Estados
europeos, que entiende que la creación de embriones no puede justificarse por
razones científicas, y los británicos que, desde 1990, permiten crearlos para
investigar con ellos. En la misma, los parlamentarios europeos consideran que
“existen otros modos distintos de la clonación de embriones para curar
enfermedades graves, como por ejemplo la utilización de células germinales de
individuos adultos o de cordón umbilical de recién nacidos”[ii].
Además de la resolución
mencionada, el Convenio Europeo sobre Derechos Humanos y Biomedicina (1996), que
pretende ser el marco europeo para desarrollar una biomedicina respetuosa con
los derechos humanos, contiene una prohibición expresa a lo que ahora pretende
aprobar el Reino Unido. Al tratar de la investigación con embriones, el Convenio
afirma que los Estados que la permitan deberán asegurar que se realiza con el
respeto debido hacia el embrión, y se añade que, en ningún caso, se crearán
embriones con fines distintos de los reproductivos. Reino Unido no ha ratificado
el Convenio y, por ello, ahora puede aprobar una norma que claramente se opone
al mismo. En todo caso, resulta reprochable que este país se desmarque tan
radicalmente de los criterios bioéticos que los demás Estados europeos están
tratando de establecer con tanto esfuerzo.
Una semana después del
anuncio británico, los Institutos Nacionales de Salud americanos (National Institutes of Health, NIH)
publicaron las directrices a las que tendrán que ajustarse los proyectos de
investigación sobre células madre que quieran recibir financiación pública
(estos institutos constituyen el centro de investigación más importante del
mundo)[iii]. En Estados Unidos está prohibido
destinar fondos públicos a aquellas investigaciones que destruyan o dañen
embriones humanos. Según esta norma, parecía imposible destinar dinero público a
la investigación en células madre embrionarias porque éstas no se pueden
conseguir sin destruir previamente los embriones de los que se obtienen las
células. Hace un año y medio, sin embargo, los NIH hicieron una peculiar
interpretación de esa norma, al decir que el proceso de obtención de las células
madre caía dentro de la prohibición, porque suponía destruir embriones, pero no
la investigación posterior con las células madre procedentes de embriones.
Desde entonces se suscitó
la controversia entre quienes entendían que esa interpretación era inconsistente
con el sentido de la prohibición y quienes se inclinaban por una interpretación
que, de alguna manera, permitiese la llegada del dinero público a un campo de
investigación tan trascendental. Sea como fuere, los NIH publicaron el pasado
agosto esas directrices, después de una larguísima elaboración en la que se
trató, sin conseguirlo, de conciliar las posiciones enfrentadas. En ellas se
dice que quien quiera recibir dinero público para trabajar con células madre,
deberá obtener esas células con recursos privados y sirviéndose exclusivamente
de embriones sobrantes de tratamientos de infertilidad. Por tanto, si un
investigador pide dinero a los NIH para trabajar con células madre obtenidas de
embriones creados para tal efecto, su solicitud no será
atendida.
Lo que más ha trascendido a
la opinión pública de las decisiones británica y americana es el que se vaya a
permitir clonar embriones humanos para obtener de ellos células madre. La
clonación de embriones es un atentado contra la dignidad humana por dos razones.
En primer lugar, porque el destino de esos embriones es su destrucción y
utilización en beneficio de otros. Como sobre ello se escribe frecuentemente en
estas páginas, no me voy a ocupar de ello ahora. En segundo lugar, la clonación
de embriones abre las puertas a que nazcan niños creados por clonación. El
gobierno británico se ha apresurado a decir que el permiso para clonar embriones
irá acompañado de un reforzamiento de la prohibición para clonar seres humanos
destinados a nacer. Desde luego, es una ingenuidad pensar que si se llegan a
clonar embriones, la tentación de implantarlos en una mujer para que nazcan se
podrá resistir.
Pero más que ocuparme de
explicar las razones de la ilicitud de la práctica de crear embriones -por
clonación u otros medios- para destruirlos y obtener de ellos células madre, me
voy a ocupar de la alternativa que ya existe al uso de células madre
embrionarias: me refiero a las
células madre de adultos.
2. Las células madre aparecen en la
escena mundial
En noviembre de 1998 se
publicaron simultáneamente dos trabajos acerca de la obtención y cultivo en el
laboratorio de células madre procedentes de embriones en fase de blastocisto
(aproximadamente en la segunda semana de su desarrollo) en un caso[iv], y de fetos abortados en el
otro[v]. El éxito consistió en haber
logrado aislar en el laboratorio unas células que todavía no se habían
convertido en células de un tejido específico y que se multiplicaban
continuamente sin perder ese estado de indiferenciación. Si, a continuación, se
conseguía que esas células se convirtieran en células de un tejido
predeterminado, se habría conseguido una fuente inagotable de tejidos para
repuestos. Una semana más tarde, el New
York Times publicaba en su portada la noticia de un experimento semejante a
los anteriores, con la diferencia de que la fuente empleada para obtener las
células había sido un embrión obtenido por la fusión de un núcleo de célula
humana y un óvulo de vaca al que se le había retirado su núcleo[vi]. Inmediatamente se planteó la
polémica: ¿se puede acabar con la vida de embriones humanos cuando el beneficio
que se puede obtener es tan grande?
y, yendo más lejos, ¿se
puede crear un embrión mediante la transferencia del núcleo de una célula humana
a un óvulo de una vaca? Es importante saber que los experimentos de Thomson y
Gearhart fueron financiados por una empresa privada, Geron, cuyas acciones recibieron un
importante incremento de valor tras la publicación de los trabajos[vii].
3. El potencial de las células madre de
adulto
Cuando parecía que el
prodigio de las células madre tenía que pasar necesariamente por el sacrificio
de embriones apareció publicado, también en Science, un articulo del grupo de
investigación dirigido por Angelo Vescovi, neurobiólogo del Instituto Nacional
de Neurología de Milán, informando de la transformación de células madre
nerviosas en células de sangre[viii]. Hasta este momento, se sabía de
la existencia en el cuerpo de los seres humanos adultos de células madre, pero
había dos problemas para trabajar con ellas. En primer lugar, no se conseguía
cultivar esas células en el laboratorio manteniéndolas en un estadio de
indifierenciación. En segundo lugar, se pensaba que esas células sólo tendrían
la capacidad de convertirse en células del tejido del que habían sido obtenidas.
El trabajo de Vescovi acabó con esos dos obstáculos: consiguió cultivar células
madre de tejido nervioso en el laboratorio y también consiguió que se
transformaran en células sanguíneas. Inmediatamente se reconoció que las células
madre de adultos eran mas flexibles de lo que se pensaba y capaces de
convertirse en tejidos distintos de aquellos para los que, en principio, estaban
destinadas: las células madre de adulto podían deshacer su propio destino,
convirtiéndose en células de un tipo distinto del que normalmente habrían
sido.
A los pocos meses del
articulo de Vescovi, Investigadores de la empresa Osiris Therapeutics y de la John Hopkins University publicaron
también en Science un trabajo que
profundizaba en la línea abierta por el anterior. Demostraron que las células
madre procedentes de la medula ósea, además de producir más medula ósea, se
podían transformar en células de hueso, de cartílago o de grasa; e incluso
parecían tener la capacidad de formar otros tejidos, como tendones y
músculos[ix].
A partir de estos anuncios
se multiplicaron los trabajos con nuevos éxitos que demostraban la enorme
plasticidad de las células madre de adultos. Me voy a referir a los trabajos más
destacados publicados en los últimos seis meses. Hemos dicho que una de las
principales dificultades que presentaban las células madre de adulto era la de
su cultivo en el laboratorio. Parecía que no se podía conseguir que las células
extraídas del cuerpo se multiplicaran en cantidades significativas. En concreto,
las células madre de medula ósea, que parecían ser las más capaces de
transformarse en tejidos distintos de la misma médula, ofrecían una resistencia
especial a multiplicarse. Finalmente, en marzo de este año 2000, un grupo de
investigación de Filadelfia, publicó un artículo en el que informaba de la
enorme proliferación de células madre de médula ósea que habían
conseguido[x]. Se daba un paso más hacia la
aplicación clínica de este tipo de células madre de
adultos.
Precisamente en agosto, un
equipo de investigación de la University
of South Florida College of Medicine, dirigido por el doctor Juan
Sánchez-Ramos, ha demostrado que la versatilidad de las células madre de médula
ósea es tal que permite, incluso, su transformación en neuronas. Al cultivar
células madre de médula ósea de seres humanos y de ratas con determinados
factores de crecimiento, éstas se convirtieron en células nerviosas
inmaduras[xi]. Otro estudio que dio unos
resultados muy semejantes, y que también fue publicado en agosto, fue el
dirigido por la doctora Ira Blank, directora del departamento de neurociencia y
biología celular de la University of
Medicine and Dentistry of New Jersey, y Darwin Prockop, del Centro para
terapia génica de la Hahnemann University
de Filadelfia[xii]. A medio plazo, las células madre
de medula ósea constituirán una fuente, fácil de obtener y sin problemas éticos,
para tratar enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson. Mientras que la
extracción de las células madre nerviosas exige una intervención quirúrgica
peligrosa en el cerebro de los pacientes, las células madre de medula ósea
resultan mucho más abundantes y accesibles.
Un mes antes, dos equipos
de investigación de los Estados Unidos y del Reino Unido[xiii], trabajando independientemente,
habían demostrado que las células madre de la médula ósea de seres humanos
adultos podía generar tejido hepático. Tras el éxito alcanzado, Neil Theise,
director de uno de estos trabajos, declaró: "estamos buscando que otros órganos
puedan ser repoblados de esta misma manera con médula ósea. ¿Por qué asumir que
está limitado? Si una célula tiene todo el genoma, nuestra hipótesis de trabajo
es que tiene también la capacidad de hacer todas estas cosas. La cuestión es si
puede suceder fisiológicamente y cómo manipularla para lograrlo?"[xiv].
Esta hipótesis goza
actualmente de un reconocimiento muy amplio en el mundo científico: llegará el
momento en que se conseguirá reprogramar las células adultas de tal manera que
puedan generar todo tipo de células nuevas y sanas. El mismo informe del grupo
de expertos del Chief Medical Officer
británico, publicado a mediados de agosto, en el que se ha apoyado el gobierno
británico para permitir en el futuro la clonación de embriones humanos, es muy
claro a este respecto: “[los recientes trabajos sobre células madre de adultos]
dan muestra del verdadero alcance de la investigación con células madre y
contradice la creencia anterior de que las células madre procedentes de tejidos
de adultos tenían una capacidad de diferenciación restringida. Puede que las
posibilidades a largo plazo de las células madre procedentes de tejidos de
adultos lleguen a igualar, o incluso a sobrepasar, las de las células madre
embrionarias”[xv]. Así las cosas, crear embriones
-por FIV o clonación- no sólo es inmoral sino también innecesario.
Vicente Bellver Capella es
Profesor Titular de Filosofía del Derecho y Director del Master en Derecho y
Bioética de la Universitat de València.
Publicado
en Dimensión de Vida, febrero 2001
NOTAS
[i] La decisión del gobierno Blair se apoyó
en el informe que el Chief Medical
Officer encargó a un comité de expertos en la cuestión; cfr. Department of
Health, Stem Cell Research: Medical
Progress with Responsibility. Report from the Chief
Medical Officerís Expert Group Reviewing the Potential of Developments in Stem
Cell Research and Nuclear Replacement to Benefit Human Health, Londres, 2000.
Disponible en
www.doh.gov.uk/cegc
[ii] Résolution du Parlament européen sur le
clonage des etres humains, 6 de septiembre de
2000.
[iii] Departmente of
Health and Human Services, National
Institutes of Health Guidelines for Research Using Human Pluripotent Stem
Cells. Disponible
en
www.nih.gov/news/stemcell/stemcellguidelines.htm
[iv] Cfr. J. A.
Thomson et alt., “Embryonic Stem Cell Lines Derived from Human Blastocysts”, en
Science, 282 (1998), pp.
1145-1147.
[v] Cfr. John D. Gearhart et
alt., “Derivation of pluripotent stem cells from cultured human primordial germ
cells”, en Proceedings of the National
Academy of Sciences, 95 (1998), pp. 13726-13731.
[vi] Cfr. Nicholas
Wade, “Researchers claim embryonic cell mix of human and cow”, en The New York Times, 12 de noviembre de
1998, p. A-1.
[vii] Cfr. David
Malakoff, “Reaction to Stem Cells: A Tale of the Ticker”, en Science, 282 (1998), p.
1239.
[viii] Cfr. Angelo L.
Vescovi et alt., “Turning Brain into Blood: A Hematopoietic Fate Adopted by
Adult Neural Stem Cells in Vivo”, en Science, 283 (1999), pp.
534-537.
[ix] M. F. Pittenger
et alt., “Multineage Potential of Adult Mesenchymal Stem Cells”, en Science, 284 (1999), pp.
143-147.
[x] Cfr. David Colter et alt.,
“Rapid Expansion of Recycling Stem Cells in Cultures of Plastic-Adherent Cells
from Human Bone Marrow”, en Proceedings
of the National Academy of Sciences, 97 (2000),
3213-3218.
[xi] Cfr. Juan
Sánchez-Ramos et alt., “Adult Bone Marrow Stromal Cells Differentiate into
Neural Cells in Vitro”, en Experimental
Neurology, 164 (2000), pp. 247-256.
[xii] Ira B. Black,
Darwin J. Prockop et alt., “Adult Rat and Human Bone Marrow Stromal Cells
Differentiate Into Neurons”, en Journal
of Neuroscience Research, 61 (2000), pp.
364-370.
[xiii] Cfr. Neil
Theise et alt., “Liver from Bone Marrow in Humans”, en Hepatology, 32 (2000), pp. 11-16; y
Malcolm Alison et alt., “Cell Differentiation: Hepatocytes from Non-Hepatic
Adult Stem Cells”, en Nature, 406
(2000), p. 257.
[xiv] Paul M. Rowe,
“Humans Can Regrow Liver Cells from Bone Marrow”, en The Lancet, 356 (2000), p.
48.
[xv] Department of
Health, Stem Cell Research: Medical
Progress with Responsibility. Report from the Chief Medical Officerís Expert
Group Reviewing the Potential of Developments in Stem Cell Research and Nuclear
Replacement to Benefit Human Health, Londres, 2000, p.
19.