¿Abandona la
Iglesia a los Homosexuales?
El
por qué de este artículo
Durante cerca de veinte años escribí en la hoja dominical "El Católico
Mexicano", breves articulitos con el título de "charlas". Estos artículos ya de
matiz apologético, ya de orientación doctrinal, o bien de comentario sobre temas
de actualidad, fueron acogidos con general simpatía por parte de los lectores y
no fueron pocas las cartas que con ese motivo recibí, algunas de consulta, otras
de felicitación y no faltó alguna agresiva y casi insultante, cuyo autor acabó
al fin por ser muy amigo mío. Pero hay una de ellas que equivale para mí al
aguijón de un remordimiento. Voy a transcribirla en toda su integridad, porque
pienso que será la mejor introducción y explicación a la vez, de la finalidad de
este folleto:
"Rev. Padre: Prácticamente no le conozco. He seguido con verdadero
interés sus charlas en "El Católico Mexicano" y me complace sobremanera rendirle
mi más sincera admiración y profundo agradecimiento por la forma tan eficaz y
decidida como orienta usted a la juventud, observando, escuchando, comprendiendo
y tratando de resolver todos y cada uno de sus problemas, aún los más difíciles;
sin embargo, mucho me temo, querido amigo, que haya usted olvidado algunos, que
por razón de su importancia, debieron ser tratados en primer término; o tal vez
no me equivoque al sospechar que con usted ocurre lo que con muchos otros
sacerdotes cuya capacidad no está en cuestión: se abstienen de exponer ciertos
temas presionados por la situación embarazosa que estos provocan. Concretamente
me refiero al homosexualismo...
¿Es que son tan pocos los afectados por el problema, que no amerite ser
tratado, o es que pesa demasiado como para volverle la cara y huir cobardemente?
¿Es acaso el pavor de enfrentarse a una carne y a un espíritu proscritos que
luchan y mueren separados porque jamás nadie se ha atrevido a levantarlos,
orientarlos, purificarlos? "Es que dan asco, es la verdad..." "Son tan
miserables, tan dignos de desprecio que..." "Es que resulta imposible
aceptarlos..." "Es tan complejo y turbio el problema que..." "¿Qué podemos hacer
nosotros?". Y yo respondo: ¡Nada, nada absolutamente! Nada, porque
los..."prudentes" no saben más que dar la espalda y esconderse...
Cuántas veces he sido ignorado, remolcado como un mueble sucio y roto,
inútil; pisoteado y despojado muchas veces y llevado al escarnio más cruel!
¡Cuántas más habré sido víctima del robo, la persecución salvaje y el chantaje
mas vil, oprimido, discriminado siempre. ¿Tengo derecho acaso a erguir la
cabeza, si llevo la espada puesta al cuello? Si estoy condenado de antemano,
¿Puedo anhelar siquiera ser oído? ¿A quién y qué pueden importar mis ansias,
luchas, éxitos y derrotas? ¿Podré darme a mí mismo aunque sea una frase de
aliento, duradera, que sobreviva a los violentos estragos de la soledad? "Es que
dan asco, iPobrecitos!" Esa lástima maldita que revienta en los labios de la
"caridad" más profunda...¡Vaya caridad! ¡Qué manera más hipócrita y cobarde de
aborrecer y condenar!
Mi grito es desesperado, mas no es un grito de violencia, es un grito que
espera pacientemente; no es un reto ni una amenaza..., es un ruego hecho con los
ojos en el polvo ¡Cuántos jóvenes se envilecen porque nadie ha sabido trazarles
un camino! Cuántos acuden a la muerte como testigo final de su tragedia!
¡Cuántos acaban por huir, buscando un escape salvador en la
autodestrucción, maldiciéndolo todo, hastiados de sí mismos, abandonados,
despreciados, vejados incluso por aquellos a quienes más se ama! ¿Es que los
prejuicios están por encima del respeto y del amor al prójimo? ¡Cuántos
criminales son tratados con más clemencia! Yo no pido libertades ni derechos que
fuesen opuestos a la razón y a la conciencia, quiero sólo un alma paciente que
me escuche, me comprenda, me estimule a ser algo útil; algo semejante al barro
en manos del alfarero.
Toda buena semilla crecerá en un corazón fecundado por lágrimas. Hace
falta un camino y una guía... ¿No es acaso ésto la Iglesia Católica? ¿Por qué
temer entonces proyectar un rayo de luz a través de los densos nubarrones de la
miseria, la incomprensión y la estupidez humana? ¿O lo puede hacer y no quiere?
¡Cuántas veces hasta en los mismos Sacramentos existe la discriminación plagada
de prejuicios, siempre prejuicios: el penitente acosado, zaherido, humillado!
¡Esta no es la voz de Cristo! El perdonó siempre, enseñó, amó
incondicionalmente.
Ruégole, Padre, me perdone si mis palabras resultaron hirientes; no fue
ésta la intención. Espero que el fruto venga muy pronto. Mi carta carece de
nombre. Creo que no es necesario, ya que mi voz es la voz de muchos que no se
atreven a decir lo que yo he dicho, que no se atreven a gritar como yo; de
muchos que esperan y confían en usted y en todos los sacerdotes; de muchos que
aman y perdonan a sus hermanos; de muchos que desean conocer a Cristo y
ofrecerle humildemente su miseria, sus lágrimas y arrepentimiento".
Hace más de diez años que recibí esta carta. Los discretos esfuerzos que
hice por atraer a su autor y moverlo a que tuviese una entrevista, o al menos
una mayor correspondencia epistolar conmigo no tuvieron éxito. ¡Me hubiera
gustado tanto consolarle, comprenderle, orientarle!, pues todo en sus
expresiones revelaba tanta nobleza e inteligencia a la par que desgarramiento y
amargura interior... Jamás he dejado de encomendarle en mis oraciones y con él,
a todos los que agonizan en su misma tragedia.
Pero he dicho que esa carta es para mí el aguijón de un remordimiento,
porque desgraciadamente, no respondí a sus imploraciones. Tenía pocos años de
ordenado, escaso conocimiento de la vida y de las almas. Y no supe cómo abordar
el tema y lo fui dejando, indefinidamente, para luego...
Han sido necesarios veinte años de sacerdocio. Veinte años de estudio más
en los corazones que en los libros, para comprender que sí: la homosexualidad es
una herida en la sociedad y en la familia; una herida que no por ser
convencionalmente encubierta, ignorada, deja de ser extendida y sangrante... Y
necesitamos orientación sobre ella todos: el hombre de la calle que cree
reafirmar su propia virilidad escupiendo sobre sus víctimas toda una gama de
epítetos viles e infamantes; la misma víctima que se ve condenada a vivir
muriendo en una dantesca pesadilla; el adolescente que se pasma al advertir en
sí las primeras señales de que no es como los demás y que, falto de ayuda y
comprensión, siente el vértigo del abismo. ..; los padres de familia que con
vergüenza y con horror notan en alguno de sus hijos actitudes extrañas; los
maestros que ven puesto en la picota a alguno de sus alumnos; los sacerdotes que
fulminamos sobre los penitentes de esta clase los rayos del Sinaí y los
despachamos desesperados y amargados. Todos!
Es necesario que todos sepamos que la fe cristiana y la ciencia verdadera
tienen para el homosexual una palabra que, si no es inmediatamente un grito de
triunfo, es por lo menos serena y de esperanza. Y que todos sepamos mirar en él
no al maldito de Dios, escoria de la sociedad y vergüenza de la familia, sino al
hermano herido que tiene imperiosa necesidad de nuestra comprensión y nuestra
ayuda.
Las nociones que exponemos en este folleto de divulgación popular no
pueden tener la pretensión de trabajo científico. Pero sí reproducen, aunque no
multipliquemos las referencias, lo más sólido y sano que los especialistas en
esta materia y la doctrina católica pueden ofrecer a este respecto.
Ojalá que este sencillo escrito contribuyera en algo a hacer menos
agobiante la situación de una de la minorías más extendidas y sangrantes de
nuestra sociedad. "La Iglesia -dice el Vaticano II- reprueba como ajena al
espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de
raza o color, de CONDICIÓN o religión". (Declaración "Nostra etate", No 5.)
1.
¿Qué es un homosexual?
Homosexual es la persona -varón o mujer- que está incapacitada para
sentir atracción sexual hacia una persona del otro sexo y que sólo siente y
puede satisfacer esa tendencia con individuos de su mismo sexo.
2.
¿Existen falsos homosexuales?
Sí: no son propiamente homosexuales las personas con tendencias normales
que de una manera ocasional, por no haber personas del otro sexo, han tenido
relaciones con individuos de su propio sexo. Ni lo son tampoco las personas
normales que por libertinaje y refinamiento de lujuria buscan relaciones
homosexuales.
3.
¿Se puede considerar la homosexualidad como una simple variedad natural y normal
del instinto sexual?
El sentido común, la ciencia y la religión estan de acuerdo , en afirmar
que habiendo sido hechos los dos sexos para unirse, completarse y perfeccionarse
el uno al otro, la homosexualidad no puede ser sino una anomalía cuyas raíces,
sean las que fueren, exigen ser profundamente investigadas.
4.
¿Cuáles son las causas de la homosexualidad?
La ciencia no ha logrado todavía una conclusión definitiva. Algunos
opinan que es hereditaria; otros piensan que es el resultado de un ambiente
familiar desfavorable o de una prematura iniciación homosexual. Lo más probable
es que se requieran dos cosas: una predisposición innata y una influencia
ambiental, puesto que con frecuencia se ven hermanos criados en el mismo
ambiente y de los cuales uno resulta homosexual y el otro no. Incluso no todos
los jovencitos que han sido iniciados homosexualmente llegan a convertirse en
homosexuales.
5.
¿Está muy extendida la homosexualidad?
Estadísticas de reconocida seriedad y la experiencia de médicos,
sacerdotes, etc., acreditan que es un problema muy extendido. Se calcula que un
5% de la población masculina está afectada por esta desviación. La
homosexualidad femenina se considera menos frecuente, o tal vez sea menos
notoria que la del hombre.
6.
¿Es fácil descubrir si una persona es homosexual?
No es tan fácil como parece. El vulgo suele imaginar que todo homosexual
pertenece al grupo, relativamente pequeño, de los homosexuales que se pintan el
rostro, se visten de mujer y se contonean de un modo exagerado. Pero la verdad
es que la inmensa mayoría de los homosexuales no son fácilmente reconocibles.
Algunos podrán quizás delatarse por algún "tic" y hay muchísimos de tal manera
viriles en su aspecto, maneras, aficiones y actividades, que a no ser por su
falta de interés por el otro sexo, no podrían inspirar sospecha alguna.
7.
¿Se puede corregir la homosexualidad?
Parece ser que, hablando en general, la medicina y la psiquiatría no se
muestran, hasta el presente, muy optimistas. Sin embargo, no todos los casos de
homosexualidad son igualmente serios y se han conseguido algunas curaciones.
Pero aun en aquellos casos en que la tendencia homosexual en sí no se corrija,
no por eso deja de ser muy valiosa la ayuda del médico o del psiquiatra, quienes
pueden aliviar e incluso suprimir la casi inevitable neurosis del homosexual, si
logran que éste llegue a aceptarse a sí mismo.
8.
¿Qué es una neurosis?
La neurosis es un trastorno más o menos grave del equilibrio emocional de
una persona, es decir, sus sentimientos y emociones se ven perturbados por
angustia, ansiedad, resentimiento, etc. Y es casi imposible que un homosexual no
sea neurótico si se toman en cuenta las gravísimas presiones internas a que le
sujeta su situación. El sentirse diferente de los demas, el creerse culpable de
ello, el saberse objeto del odio, la incomprensión, el desprecio y el escarnio
de la mayoría. El estar expuesto y ser muchas veces víctima del chantaje, de la
discriminación, etc., etc. Estas crisis emocionales le sumen con frecuencia en
hondísima depresión y si no hay un alma caritativa que le sostenga, le inyecte
optimismo, confianza en Dios, espíritu de superación y de sublimación de sus
tendencias, no es raro que el homosexual termine en el suicidio. Muchas de esas
trágicas muertes sin causa aparente que leemos en los periódicos, han tenido su
origen en una crisis neurótica de un infeliz homosexual.
9.
¿Qué quiere decir que "el homosexual se acepte a sí mismo"?
No quiere decir, desde luego, que dé rienda suelta a sus tendencias
desviadas; eso no haría sino agravar las causas profundas de su neurosis; sino
que, una vez convencido de que él no tiene la culpa de ser como es, y por
consiguiente, de que nadie tiene derecho a despreciarle como no lo tendría si
hubiera nacido albino o paralítico, se dedique a darle a su vida afectiva una
orientación sana en provecho de sus prójimos, como lo deben hacer y lo hacen
muchas personas -aún no siendo homosexuales- que por razones diversas han de
renunciar al matrimonio.
10.
¿Quiere esto decir que el homosexual no debe pensar nunca en
casarse?
Conste que muchos homosexuales son casados. Algunos se casan para evitar
sospechas sobre su condición o en un esfuerzo desesperado por llegar a corregir
sus tendencias. Incluso muchos llegan a tener hijos. Pero hay razones y
experiencias suficientes para pensar que la mayor parte de esos matrimonios son
un fracaso que labra la infelicidad del marido y de la mujer,
Hay sin embargo, homosexuales cuyas tendencias están extrañamente
divididas, por así decirlo, hacia los dos sexos. Es posible que estos últimos
puedan llegar a tener un matrimonio con mayores probabilidades de felicidad.
11.
¿Se puede esperar que algún día la Iglesia autorice y bendiga el matrimonio
entre dos homosexuales?
La Iglesia no ha inventado el matrimonio. Lo ha recibido tal como salió
de las manos de Dios. Y Dios lo ha hecho precisamente la unión indisoluble y
monogámica de un varón con una mujer en orden al mutuo complemento y a la
propagación de la especie. Este fue también el matrimonio que Jesucristo elevó a
la dignidad de Sacramento. Sería, pues, un delirio imaginar que la Iglesia
podría alguna vez autorizar y bendecir una unión que se opone a la esencia misma
del matrimonio. Los casos que tan escandalosamente explota la prensa de uniones
civiles y aún religiosas (?) entre homosexuales, son simplemente indicio de la
confusión de ideas y de valores que caracteriza la hora actual.
12.
¿Es verdad que la Biblia condena a los homosexuales?
Si se entiende por homosexuales a las personas que, como hemos dicho,
sufren por herencia o influencia ambiental una tendencia sexual desviada de su
objeto normal, podemos decir que la Biblia no los menciona en absoluto. Ella
reprueba solamente los actos sexuales entre personas del mismo sexo como
violaciones objetivas de la ley natural. Pero sin duda que si consideramos la
malicia de estos actos en la persona que los comete, esta reprobación recae
primariamente sobre los hombres normales que por libertinaje y refinamiento de
lujuria buscan las relaciones homosexuales. Para el homosexual que sufre por su
situación, que lucha, que cae, que se esfuerza por levantarse, la Biblia no
tiene otro mensaje que el contenido en estas palabras: "Venid a Mí todos los que
estáis rendidos y agobiados por la carga, que Yo os daré descanso" (Mt. 11, 28)
13.
¿Cómo puede un Dios infinitamente bueno permitir que un hombre se vea en una
situación como la de los homosexuales, que hace tan difícil llevar una vida
conforme a la Ley Divina?
La homosexualidad es, sin duda, uno de los casos particulares más
dramáticos que plantea el problema general de la existencia del mal en el mundo.
Sabemos por la Revelación, que la naturaleza humana perdió, por el pecado
original, su equilibrio moral y quedó sujeta a mil miserias agravadas en el
curso de los siglos por la herencia y por la perversidad del ambiente. La
homosexualidad es uno de los frutos más amargos de esta solidaridad humana. Pero
es también enseñanza cierta de la Fe que ningún hombre, por difícil que sea su
situación, queda desprovisto de los auxilios necesarios para encauzar su vida
rectamente. Lo cual, ciertamente no dispensa a la sociedad de la obligación que
tiene de hacer más soportable la vida de sus miembros nacidos en situaciones
especialmente desfavorables.
14.
¿La sociedad actual hace especialmente difícil la vida de los
homosexuales?
Sí; y ello por dos actitudes que, no por ser diametralmente opuestas,
dejan de ser igualmente equivocadas y anticristianas.
La primera, hondamente arraigada y convertida en prejuicio ya ancestral,
consiste en fomentar hacia el homosexual una postura de odio, desprecio, asco,
burla y escarnio, como si se tratara de un criminal y no, como es en realidad,
de una pobre víctima de influencias hereditarias o ambientales que él jamás
deseó ni buscó.
La segunda, reacción contra la anterior, consiste en glorificar al
homosexual como a un super-hombre, afirmando que su desviación no es otra cosa
que una "variedad" aristocrática y envidiable del instinto sexual. Esta segunda
actitud tiende a ganar terreno merced a cierta literatura, cine y teatros por
desgracia muy en boga en nuestros días.
15.
¿Cuál es la actitud equilibrada en relación a este problema?
Distinguir entre la homosexualidad y el homosexual. La homosexualidad es
una desviación del instinto sexual, cuyas raíces han de ser investigadas; cuyos
efectos en sus víctimas han de ser, en lo posible, suprimidos; cuya difusión ha
de ser prevenida y evitada. Pero el homosexual es una persona humana cuyos
derechos han de ser respetados y un hermano en situación difícil que merece
nuestra comprensión y nuestra ayuda.
16.
¿Cómo puede ser prevenida la difusión de la homosexualidad?
Es un hecho comprobado por los especialistas que la homosexualidad
encuentra su campo de cultivo predilecto en los hogares desequilibrados,
desunidos, frustrados y destruidos. Todo lo que contribuya a que los jóvenes
lleguen al matrimonio con la debida madurez física, psicológica, moral y
espiritual, contribuirá a que se multipliquen los hogares equilibrados y felices
y disminuyan los campos de cultivo de las desviaciones sexuales entre los hijos.
17.
¿Cuál ha de ser la actitud de los padres de familia que notan en alguno de sus
hijos algún síntoma de homosexualidad?
Si hablando en general, los padres de familia suelen sentirse mal
preparados, incómodos y desorientados cuando se trata de dar a sus hijos la
debida educación sexual en términos normales, esta desorientación llega a lo
sumo cuando sospechan o descubren que alguno de sus vástagos muestra tendencias
homosexuales.
He sabido de algunos padres que en tales casos expulsan - al hijo del
hogar, o bien lo abruman a reproches e improperios; y no faltan quienes
"confían" al muchacho a algún sujeto libertino para que éste, llevándole a
centros de vicio, lo "enderece" de su anormalidad. No se portarían así con un
hijo que hubiera nacido raquítico o baldado y, sin embargo, la situación del
muchacho homosexual es inmensamente más compleja y delicada. Ningún padre
inteligente y cristiano debe jamás adoptar esta actitud. Lo debido es que se le
ponga en contaco con un director espiritual capacitado y con un psiquiatra de
confianza; que se le rodee de un ambiente familiar cálido y comprensivo sin ser
empalagoso; y si la situación se prolonga y el niño llega a joven y a adulto sin
mostrar inclinación a casarse, no abrumarle con insinuaciones, recomendaciones y
mucho menos presiones para que lo haga. Eso no serviría sino para agravar y
hacer insoportable el problema del hijo. Si no puede formar un hogar propio, que
disfrute de tranquilidad en el hogar de sus padres.
18.
¿Se puede "curar" a un homosexual sujetándolo a estímulos eróticos,
sumergiéndolo en un ambiente pornográfico y llevándole a centros de vicio?
Aparte de que esos medios son intrínsecamente inmorales y, como dice San
Pablo, "no podemos hacer un mal para que venga un bien" (Rom. 3, 8), son también
inútiles y contraproducentes. El problema del homosexual radica precisamente en
su incapacidad para que su instinto sexual responda a los estímulos normales y
esa incapacidad no se remedia con multiplicar esos estímulos. El muchacho
homosexual a quien se obligara a tener contacto con una prostituta, saldría
asqueado del ambiente, decepcionado de sí mismo, tal vez con una enfermedad
venérea, y más homosexual que antes. Si su instinto ha de rectificarse, será a
base de procedimientos psiquiátricos de muy distinta naturaleza.
19.
¿Cuáles son los resultados de una actitud no comprensiva, asediante y hostil
para con el adolescente homosexual?
Esta actitud no haría sino hacer más aguda la crisis neurótica del chico,
encerrarle dentro de sí mismo, y empujarle a que se echara definitivamente en
brazos de un bajo ambiente homosexual, turbio, inmisericorde, explotador, que
poco a poco lo iría encadenando en sus viscosos anillos de seducción, amenazas,
compromisos y que tantas veces lleva a sus víctimas al crimen, a las drogas, al
suicidio.
20.
¿La homosexualidad es "contagiosa"?
Aunque no hubiera jovencitos con predisposición innata a la
homosexualidad, es generalmente admitido que el instinto sexual en los
adolescentes no ha llegado todavía a definirse y a fijarse en su debida
dirección. De lo cual resulta que si en esa edad la primera experiencia sexual
se realiza con una persona desviada, es muy probable que el muchacho se
convierta en un homosexual; pues según la ley de los "reflejos condicionados",
cuando un instinto se satisface, por vez primera sobre todo, de un modo
determinado, queda poderosamente inclinado a seguirse satisfaciendo de la misma
manera. Por esta razón debe evitarse a toda costa que los adolescentes se
asocien con homosexuales reconocidos, sobre todo si se trata de adultos -caso
muy frecuente- que los persiguen sistemáticamente.
21.
¿La Iglesia excluye a los homosexuales de los
Sacramentos?
Ningún católico, homosexual o no, que está sinceramente arrepentido de
sus pecados y está verdaderamente dispuesto a poner los medios para enmendarse
es excluido jamás de los Sacramentos. Claro está que si un homosexual sostiene
relaciones con alguien que fatalmente lo lleva al pecado, el confesor debe
exigirle que ponga los medios eficaces para que esa amistad no le lleve a
ofender a Dios y, si no hay otro remedio, que la termine. Y si el homosexual,
pudiendo hacerlo se niega a ello, el confesor no puede absolverlo. Pero esto
mismo se exige a una persona no homosexual que se encuentre en situación
semejante.
22.
¿ Toda amistad entre homosexuales es condenable?
Toda amistad entre homosexuales que va directamente dirigida a sostener
relaciones sexuales entre ellos, es dañosa para ambos e inaceptable según la
moral cristiana. Pero si se diera el caso de que dos homosexuales verdaderamente
deseosos de superarse, supieran enfocar su mutuo afecto de tal modo, que no
solamente no fuesen el uno para el otro ocasión de tropiezo, sino que se
alentasen y ayudasen a ser mejores, no se ve por qué habría de ser condenable.
Después de todo, ¿quién puede comprender a un homosexual mejor que otro
homosexual? Naturalmente que no decimos esto para fomentar ilusiones. Se impone
que en ese tipo de amistades los dos interesados sean leales a Dios y a su
conciencia y es muy aconsejable que pidan orientación a un guía espiritual
competente.
23.
¿Qué pensar de las agrupaciones de homosexuales?
Estas agrupaciones, si tal pueden llamarse, suelen desenvolverse en un
ambiente sórdido: el vicio es el "lazo de unión", no infrecuentemente roto por
el crimen. En un nivel quizá más selecto se dan agrupaciones de homosexuales que
toman por base el falso supuesto de que la homosexualidad es un timbre de
gloria. No hay duda de que todo esto ha de ser necesariamente pernicioso para su
miembros y para la sociedad en general. Pero si llegaran a darse agrupaciones de
homosexuales que enfocaran su problema desde el verdadero punto de vista y
dirigieran sus esfuerzos a una genuina superación, como hacen los "Alcohólicos
Anónimos", sin duda que merecerían ser ayudadas y fomentadas. Claro que esto no
sería posible sino en el ambiente de una sociedad que ha superado ya todos los
prejuicios insanos.
24.
¿En qué medida es un homosexual responsable de su actividad sexual?
Hemos dicho que ningún genuino homosexual es responsable de serlo. Y
hemos dicho también que la homosexualidad lleva casi siempre consigo un estado
neurótico.
Ahora bien, es evidente que todo trastorno emocional puede estorbar en
alguna medida el libre ejercicio de la voluntad; sin embargo, a no ser en casos
extremos, ésta conserva siempre la facultad de imponer sus decisiones. Por eso
no puede afirmarse que todo homosexual, por el sólo hecho de serio, pierda el
control y la responsabilidad de sus impulsos. Y si él advirtiera que le es
difícil o casi imposible controlarse, estaría en la obligación como cualquier
otra persona neurótica, de buscar la ayuda psiquiátrica necesaria.
25.
Si el matrimonio es prácticamente imposible para la mayoría de los homosexuales
y la moral cristiana condena toda actividad sexual fuera del matrimonio, se
sigue que el homosexual se verá obligado a reprimir toda la vida sus impulsos y
esta represión ¿no agravará muchrslmo su neurosis?
Toda la aparente fuerza de esta objeción se basa en que se confunde
lamentablemente represión con autocontrol. Y se trata de dos realidades
completamente opuestas, como lo afirma hoy toda sana y sólida psicología.
La represión consiste en impedir el último desahogo de una tendencia que
por otra parte se está alimentando y estimulando constantemente. Claro que eso
tiene que resuItar terriblemente dañoso para el equilibrio emocional. Es como
quien inyecta gas constantemente en un globo sin permitirle ningún escape; el
globo acaba por estallar.
El autocontrol no procede así: evita todo estímulo deliberado de la
tendencia y canaliza inteligentemente el dinamismo de la tendencia misma hacia
otras actividades constructivas. Esto exige aplicación, esfuerzo y constancia es
cierto; pero no es imposible y lo demuestra el ejemplo de incontables personas
que habiendo renunciado al matrimonio por cualquier motivación noble, llevan una
vida, no reprimida, sino autocontrolada.
"Es necesario colocar lo genital en su debido lugar (relativamente
pequeño, pero importante) dentro de la sexualidad humana. De ahí surgirá que la
continencia (el autocontrol) es la norma verdadera de la sexualidad. El
principal órgano sexual es el cerebro. El órgano propio del psiquismo lo es
también de la sexualidad. El cerebro tiene poder tanto para desencadenar como
para refrenar el sexo". (Dr. Pablo Chauchard, Equilibrio y dominio sexual, pp.18
y 37)
La experiencia y la psicología, la medicina y la religión están acordes
en afirmar que la castidad (autocontrol) no sólo no es dañosa a la salud y al
equilibrio humano, sino que lleva a éste a su más alto grado de superación.
26.
Si la Iglesia, según el espíritu de Cristo, ha de acoger y alentar al
homosexual, ¿por qué hay a veces sacerdotes que los tratan con poca o ninguna
caridad?
Los sacerdotes somos hombres de nuestro tiempo y no estamos inmunizados a
dejarnos influenciar por los prejuicios de todo hijo de vecino. Por eso hay que
lamentar que a veces algunos sacerdotes se imaginen que la manera adecuada de
tratar al pobre homosexual que llega al confesionario, quizá después de haber
realizado un acto de vencimiento heroico, es colmarle de reproches de este tipo:
"¿No te da vergüenza ser un j... ? " ¿Te gusta que los demás te traten como a
una ...? ¡Qué insensatez! Todos los reproches que pudiéramos hacerle al infeliz,
se los ha hecho ya él a sí mismo. Y si no reconociera que el pecado no ennoblece
a nadie, no se acercaría a confesarse.
Si viene a que le demos pan y recibe una piedra, no es extraño que muchos
no vuelvan ya jamás, o por largo tiempo, a acercarse al confesionario.
Afortunadamente la formación pastoral de nuestros días, que toma muy en cuenta
la realidad humana del homosexual a la luz de la psicología, está capacitando
mucho mejor a los sacerdotes para darle la ayuda que con toda razón espera de
nosotros.
27.
¿Puede soñar el homosexual con llegar alguna vez a un alto grado de superación
moral y espiritual?
Indudablemente que sí.
Y no dudamos en afirmar que el homosexual puede hallar a la luz del
Evangelio lo que podemos llamar -sin asomo de ironía- "Su propia mística".
"Hay incapacitados para el matrimonio que nacieron así del seno materno;
y hay incapacitados a quienes así los hicieron los hombres; y hay incapacitados
que ellos mismos se hicieron así por el reino de los cielos. El que sea capaz de
aceptar esto, que lo acepte". (Mt.19,12)
Hermano que llevas sobre tus hombros la cruz pesada de la homosexualidad:
¡anímate!
El Padre Celestial que a otros les dejó escoger, en una decisión generosa
y valiente, el renunciar al matrimonio, a ti no te dejó escoger. ¡EI escogió
para tí! Sí, ¡EI! Porque, al fin y al cabo, no hay circunstancia de la vida del
hombre, aunque llegue para él a través de la red complicadísima de las causas
segundas, que se escape al amor y a la sabiduría infinita de su Providencia
Omnipotente.
A otros, Dios les permite escoger, entre el heroísmo y la abyección, la
vía ancha y cómoda de la mediocridad.
Para tí no hay esa cobarde escapatoria: no te queda otra alternativa sino
encanallarte o...iSublimarte! ¡Anímate, pues!
"Escribe, lee, canta, suspira, calla, ora, sufre con buen corazón lo
adverso: que la vida eterna digna es de ésta y de otras mayores peleas" (Imit.
LlII, Cap.53)
El Padre, que conoce tu arcilla, no va a contar el número de tus
tropiezos; lo que El espera de tí es un corazón humilde, confiado y porfiado,
que no se canse nunca de luchar.
NO
FORNICARAS
Este mandamiento divino, dentro de su sequedad tajante, es un don
maravilloso que proteje y ubica la sexualidad humana en el orden prodigioso de
la creación.
Dios puso en nosotros el instinto sexual básicamente para asegurar la
preservación de la especie. El diseño, la complementariedad y el funcionamiento
de los órganos sexuales son asombrosos. El placer que conlleva la actividad
sexual es parte del plan divino en la co-creación de los seres humanos.
Por lo tanto, toda actividad sexual fuera de este contexto ecológico, es
un desorden ya que el placer no es un fin en sí mismo. Al decirnos Dios "No
fornicarás" nos está diciendo de otra manera: SE CASTO.
En efecto, Dios nos ordena la castidad absoluta mientras permanecemos
solteros, sin distinción de sexos, edades o tendencias hetero u homosexuales. Y
Dios no pide imposibles: muchas personas viven en castidad muy felices, aunque
haya que luchar por la castidad.
¡Qué sabio es Dios! iDe cuántas miserias nos libraríamos si fuéramos
castos! Mujeres esclavizadas por la prostitución, enfermedades venéreas tan
terribles como el sida, niños sin padre deambulando por las calles, dramas
pasionales, parejas homosexuales estériles por necesidad, celos, venganzas,
desilusiones, traiciones, etc...
Ciertamente estas dos palabras prohibitivas, aparentemente esclavizantes,
son en realidad garantía de una liberación insospechada, solución perfecta a
tantos problemas de la humanidad. ¡NO FORNICARAS!
EL
SIDA
Cuando el Sida fué descubierto en 1981, cundió el pánico y ante el
peligro de contagio, ni en los hospitales querían atender a los infectados.
Ahora sabemos mucho más de esta enfermedad y al ver jugar basket-ball a Magic
Johnson como en sus mejores tiempos, podemos pensar qué realmente la cosa no era
para tanto y perderle el miedo a la promiscuidad sexual.
Si ciertamente el Sida no se contagia con el solo saludar a un portador
del VIH, no por eso las estadísticas dejan de ser aterradoras.
En México, el Conasida (que promueve la promiscuidad con tal de usar
preservativos) el 13 de abril de 1996 comunicó que el "mal del siglo" se ha
convenido en la causa principal de muerte entre hombres de 35 a 45 años.
Advierte que la enfermedad no ha logrado controlarse sino que por lo
contrario va en aumento aún en zonas antes consideradas como "seguras" como son
las rurales.
Advierte Conasida que desde 1983 a la fecha se han detectado 30,000
contagiados, de los cuales la mitad ya murió y 3,000 más morirán en los próximos
meses.
Aunque en otras partes del mundo las mujeres igualan a los hombres en
número de infectados, en México hay 6 hombres por una mujer, con la tendencia a
igualarse.
Las ciudades con más enfermos son el DF, Guadalajara, Veracruz y los
estados de Yucatán y Michoacán, donde la tasa es de un infectado por cada cien
mil habitantes.
Mientras
el Gobierno no comprenda que el Sida no es una epidemia sino un problema de
moralidad sexual, estará luchando contra molinos de viento.
"La fortaleza cristiana incluye no sólo obrar
lo que es bueno,
sino también resistir a lo que es malo".
San
Agustín
Fuente:www.iglesia.org