Aumentan
las restricciones a las críticas contra la homosexualidad
Redefinir el
odio
ESTOCOLMO,
sábado, 10 diciembre 2005 (ZENIT.org).- Cada vez corren más
riesgo de ser penalizadas con sanciones las críticas públicas a la homosexualidad.
Las leyes pensadas para castigar los así llamados crímenes de
odio dan como resultado que la oposición al comportamiento homosexual, incluso
cuando se basa en fundamentos morales, es con frecuencia
arriesgada.
La
Iglesia distingue cuidadosamente
entre los juicios sobre los actos y sobre la persona implicada. El Catecismo de
la Iglesia
Católica, en los N. 2357-8, indica claramente que los «actos
homosexuales son intrínsecamente desordenados», y que «no pueden recibir
aprobación en ningún caso».
Al mismo
tiempo, el catecismo pide a los católicos que traten a hombres y mujeres con
tendencias homosexuales con «respeto, compasión y delicadeza». El texto exhorta
a evitar «todo signo de discriminación injusta».
No obstante,
en muchas críticas se pierde esta distinción de la Iglesia con respecto al
comportamiento homosexual. Un ejemplo es la publicación del documento vaticano
sobre los candidatos al sacerdocio que tienen tendencias
homosexuales.
El
documento, publicado por la Congregación para
la Educación
Católica, citaba los números del Catecismo antes citados y
estipulaba que las personas con tendencias homosexuales «deben ser aceptadas con
respeto y delicadeza».
Como
reacción al documento, el arzobispo anglicano de Sudáfrica, Desmond Tutu,
afirmó: «Para mí, penalizar a alguien por su orientación sexual está al mismo
nivel que penalizar a las personas por su género, o raza», informó el 29 de
noviembre Reuters.
«Es
incitación al odio», clamaba Eoin Collins, directo de cambios de política en el
grupo irlandés Gay and Lesbian Equality Network, citado por el Irish Examiner.
«Vuelve a seguir ese prejuicio y odio que la Iglesia oficial tiene por las
personas gays».
El pastor
sueco finalmente absuelto
Las
acusaciones de odio pueden tener graves consecuencias legales, como descubrió
duramente un pastor sueco. Ake Geen fue acusado de un discurso de odio por haber
criticado la homosexualidad en un sermón del año 2003. Se informó de que el
pastor pentecostal había dicho a la congregación que la homosexualidad era «un
profundo tumor canceroso en toda la sociedad».
En el 2004,
un tribunal declaró a Green culpable de violar las leyes suecas sobre crímenes
de odio, sentenciándole a un mes de prisión. La sentencia fue más tarde anulada
por un tribunal de apelación, pero el fiscal general de Suecia apeló la
absolución ante el Tribunal Supremo.
El 29 de
noviembre, el Tribunal Supremo de Suecia decidió que sus comentarios estaban
protegidos por las garantías de libertad de expresión y de religión presentes en
la Convención
Europea de Derechos Humanos, informó el mismo día Associated
Press.
Green no es
el único que ha sido acusado por las leyes de odio de Suecia. Según la revista
norteamericana Charisma, de octubre de 2004, a otro pastor, Ulf Elkman de
la Iglesia del
Mundo de la Vida
de Uppsala, se le informó de que se le procesaría por un supuesto discurso de
odio.
Posteriormente, las
autoridades decidieron no proseguir con la acusación pero Elkman declaró a la
revista: «Hay un movimiento político deliberado en toda Europa hacia la
restricción de la libertad de religión, con Suecia como una especie de proyecto
piloto de la Unión
Europea».
Los
tribunales de Canadá
También el
29 de noviembre, en Canadá, el Tribunal de Derechos Humanos de la Columbia
Británica decidió que un grupo católico, los Caballeros de
Colón, estaba en su derecho al rechazar la petición de una pareja lesbiana que
quería tener una recepción de bodas en su propiedad.
El tribunal
aceptó los argumentos presentados por los Caballeros de Colón de que
la Carta
Canadiense de Derechos y Libertades los protegía de utilizar su
propiedad para un propósito que contradice sus creencias.
Pero la
decisión tenía una espina en la cola. El tribunal sostuvo que el
grupo había ofendido la «dignidad, sentimiento y amor propio» de la pareja, por
lo que se le ordenó que pagara 1.000 dólares a cada mujer, informó el 30 de
noviembre el periódico Globe and Mail.
La pareja,
de Deborah Chymyshyn y Tracey Smith, decidió casarse después de que se
legalizara en la
Columbia Británica el matrimonio del mismo sexo. Reservaron el
salón de los Caballeros de Colón en el suburbio Coquitlam de Vancouver para una
recepción. Las mujeres alegaron que no sabían que el salón era gestionado por
una organización católica y declararon que no lo hubieran alquilado si lo
hubieran sabido. Quienes aceptaron la reserva no sabían que se trataba de una
pareja del mismo sexo. Se canceló la reserva una vez que los Caballeros de Colón
se percataron de que se trataba de una pareja homosexual.
El asunto
puede que no haya terminado, informó el 1 de enero el periódico Edmonton Sun. La
pareja ha anunciado que planean apelar la sentencia.
Otra
comisión de derechos humanos, esta vez en Alberta, recibió una queja, retirada
posteriormente, sobre los comentarios hechos por el obispo de Calgary, Mons.
Fred Henry, informó el 4 de abril el National Post. La queja tuvo lugar después
de que Mons. Henry publicara una carta en enero explicando la oposición católica
al matrimonio del mismo sexo. El artículo observaba que, cuando el parlamento
debatió el año pasado el añadir la orientación sexual al proyecto de ley de
odio, las organizaciones religiosas advirtieron que podría conducir a
restricciones sobre la libertad religiosa.
Los
activistas homosexuales también tienen en su objetivo la situación fiscal de las
iglesias, según un informe publicado el 22 de junio en la página web Canada.com.
Kevin Bourassa, que en el 2001 fue uno de los primeros en casarse en una
ceremonia del mismo sexo, dijo que las iglesias que se opusieran a los
matrimonios del mismo sexo deberían perder su estatus de impuestos de
organizaciones de caridad, concedido por el gobierno
federal.
Las iglesias
en causa
Existe
preocupación en algunos países sobre la legislación de crímenes de odio. En
Francia, a últimos del año pasado, se aprobó una legislación que contenía los
insultos contra los homosexuales.
La ley
coloca los comentarios anti-gays y sexistas al mismo nivel que los insultos
racistas y antisemitas, informaba el 24 de diciembre el periódico británico
Guardian. En teoría, los tribunales podrían multar a los infractores con más de
45.000 euros (52.800 dólares) e imponer penas de cárceles superiores a 12
meses.
Los críticos
de la ley advirtieron que los cristianos que denuncien la homosexualidad como
«desviada» podrían ser procesados, informó el Guardian. Y la Iglesia católica en Francia
ha expresado su preocupación de que la ley impida la manifestación de su
oposición al matrimonio del mismo sexo.
En Gran
Bretaña, un banco forzó a un grupo evangélico a que cerrara su cuenta por su
oposición a la homosexualidad, informó el 24 de junio la BBC. El Cooperative
Bank, con sede en Manchester, afirmó que las opiniones de Christian Voice eran
incompatibles con su apoyo a la diversidad.
«Ha llamado
la atención del banco que Christian Voice esté implicada en pronunciamientos
discriminatorios basando en la orientación sexual», afirmó el portavoz del
banco.
En Estados
Unidos, los puntos de vista homosexuales llevaron a que un cristiano fuera
despedido de una empresa de seguros. El Chicago Tribune informó el 18 de agosto
de que J. Matt Barber, escribió un ensayo, publicado online, denunciando el
matrimonio del mismo sexo.
Poco
después, sus jefes en Allstate Corporation le dijeron que sería suspendido de
empleo y se le escoltaría desde las instalaciones de la empresa en Northbrook,
Illinois. Tres días después era despedido, abriéndose una disputa legal todavía
por resolver.
Barber
afirmó que nunca mencionó su afiliación a Allstate en la información biográfica
que acompañaba sus artículos. Pero la página web incluyó la información sin su
permiso cuando se publicó su artículo.
El 23 de
noviembre, el arzobispo de Boston, Mons. Sean O’Malley, publicaba una carta
pastoral sobre el tema de la homosexualidad. «Los esfuerzos de la Iglesia por defender la
institución del matrimonio», observaba, «han sido interpretados por algunos como
una indicación de la hostilidad de la Iglesia hacia las personas
homosexuales».
La
Iglesia, explicaba el arzobispo,
no está motivada por tal hostilidad, y mira a todas las personas como iguales a
los ojos de Dios. También defendió que la Iglesia debe esforzarse por erradicar
los prejuicios contra los homosexuales.
«Al mismo tiempo, la Iglesia debe ejercer su
ministerio ante todas las personas desafiándolas a obedecer los mandamientos de
Dios», explicaba. «Es importante expresar las enseñanzas morales de
la Iglesia con
claridad y fidelidad», y con «compasión y humildad». Una visión que se encuentra
cada vez con más barreras legales.