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El lucrativo negocio de la prostitución

David Rico

Avalancha de prostitución: un millón de mujeres del este de Europa, tratadas como esclavas sexuales

Este lucrativo negocio ha roto el mercado en la parte rica del continente, donde muchas llegan sin saber la pesadilla que les espera

Un millón de mujeres procedentes de la Europa del este, obligadas a trabajar como prostitutas en el otro lado del continente, constituyen un verdadero proceso migratorio sin precedentes en tiempo de paz. Varios testimonios de las tristes protagonistas han demostrado que la prosperidad que les prometen las mafias de la prostitución incluye "letra pequeña" ciertamente peculiar.

Por ejemplo, muchas son violadas, secuestradas y obligadas a vivir en condiciones infrahumanas, sin la posibilidad de ver la luz del día durante semanas. En definitiva, tras ser engañadas y utilizadas como objetos de compraventa en un mercado, más que negro, muy oscuro y sobre todo inhumano, estas mujeres son privadas de libertad de medios económicos y de los derechos más elementales en beneficio del negocio del sexo.

"La construcción de una Europa unida es un hecho muy positivo, pero hay muchos problemas que no podemos olvidar. Que un millón de mujeres de países del este sean obligadas a trabajar como esclavas sexuales en los países de la Unión es un hecho vergonzoso y muy grave que hay que afrontar de manera urgente".

Esta advertencia del arzobispo de Barcelona, Ricard Maria Carles, durante la presentación de la Convención de Cristianos por Europa a medios de noviembre, no se debería quedar en un recurso de sensibilización más o menos oportuno. Como ya hizo con éxito el mismo cardenal Carles el 24 de septiembre de 1998, en aquella ocasión para denunciar que en Barcelona malvivían decenas de niños magrebíes literalmente en la calle -y ahora ya existen centros de acogida para ellos en la capital catalana-, las últimas palabras también tienen que hacer reflexionar a toda la sociedad, y particularmente a los responsables políticos europeos.

Muchos ciudadanos de la Unión Europea han visto a estas esclavas sexuales bien cerca de su casa. Su rostro, a medio camino entre la inocencia y el sufrimiento, esconde un maltrato moral y físico que la futura Europa unida no puede pasar por alto. Aunque no hay una estadística precisa, la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) calcula que cada año son 100.000 las chicas que son víctimas de esta pesadilla. Incluso el Ministerio de l´Interior ucraniano ha llegado a reconocer que 400.000 menores de 30 años dejaron el país durante la última década para formar parte del mercado del sexo. Se trata sólo de un ejemplo de la perversión humana que tenemos en el interior de la sociedad que estamos construyendo los europeos.

La injusticia menos evidente

No es la vergüenza de las pateras o de aquellas personas que se juegan la vida desesperadamente, con cualquier medio, para buscar un futuro mejor más allá de sus fronteras. Ésta es la vergüenza del engaño, la explotación y la esclavitud. Y la policía, en España, en Dinamarca y en otros países de la Unión, ya ha visto algunos frutos de su delicado trabajo de desarticular las mafias.

Por su parte, los responsables políticos europeos han mostrado también últimamente su preocupación por el tema. Del 18 al 20 de septiembre de 2002, el Parlamento Europeo acogió la Conferencia Europea de Prevención y Lucha contra el Tráfico de Seres Humanos , un encuentro que reunió a más de 1.000 expertos. Una nota de la cámara asegura que el negocio con "personas procedentes de la Europa oriental hacia la Unión Europea representa una creciente amenaza, tanto en términos de escala como de complejidad. Es una situación que amenaza con destruir los principios básicos de libertad, seguridad y justicia".

Anteriormente, el pasado 19 de julio, la Comisión Europea decidió unificar las legislaciones de los 15 estados miembros con el objetivo de que la pena por tráfico de seres humanos no fuera inferior a 8 años de prisión. Y el 3 de octubre, las 15 policías de la Unión hicieron posible la llamada operación Girasol, que permitió detener a 80 personas implicadas en una red que introducía mujeres de Ucrania a través de agencias de viaje que cooperaban con otros intermediarios y hoteles en Austria, Italia, Alemania, Francia y España.

Viaje de ida y vuelta

A partir de las últimas acciones policiales y de trabajo político, se ha sabido también que muchos de los casos son mujeres que, después de una primera experiencia, vuelven a su país y después repiten el viaje porque en su casa son rechazadas y no ven un futuro personal ni laboral, teniendo en cuenta que las condiciones de vida tampoco han mejorado. De hecho, piensan que "lo peor ya lo han pasado" y, por tanto, vuelven voluntariamente al falso paraíso de la Europa rica.

Como en muchos otros casos de injusticia grave, es necesaria una acción coordinada donde todos los estamentos de la Unión Europea se impliquen. Sólo desde esta unidad de acción se podrá acabar con esta forma de esclavitud, que se une a la larga lista de prácticas inhumanas, muchas de las cuales ya han sido denunciadas por Manos Unidas, Cáritas, Justicia y Paz, obispos, laicos y muchas otras personas y colectivos cristianos.

Fuente: www.e-cristians.net