¿PRESERVATIVOS
PARA PREVENIR EL SIDA DENTRO DEL MATRIMONIO?
R
P.
Miguel Ángel Fuentes, V.E.
¿Qué
dice la Iglesia del uso de los preservativos como anti-Sida en un matrimonio
católico con la única intención de evitar el contagio del Sida cuando uno de los
cónyuges está ciertamente infectado por el virus?
Sobre esta pregunta me veo obligado a contestar en dos
niveles:
1. Desde el punto de vista
científico
Desde el punto de vista médico intentar combatir el Sida por medio del
uso de preservativos es una necedad. Ha dicho en Sidney el Doctor John Billings,
especialista en los métodos de regulación de la natalidad: “El profiláctico no
es garantía suficiente para prevenir el contagio del Sida y los expertos se dan
cuenta una vez más de que a este respecto, la verdad ya está dicha”. Es
absolutamente cierto que los espermatozoides pueden pasar por los agujeros
microscópicos de los preservativos (que miden 5 micras), razón por la cual los
preservativos tienen un margen de ineficacia para evitar el embarazo: fallan en
prevenir los embarazos por lo menos en un 17,7% del tiempo durante un año de uso
y puede llegar a fallar el 36,3% del tiempo en el caso de las jóvenes solteras
de grupos minoritarios[1].
Si esto es así en el embarazo, téngase en cuenta que:
...las fallas para evitar el embarazo (del 15,7 al 36,3% del tiempo) se
producen a pesar de que la mujer ovula una sola vez durante su ciclo y que, por
tanto, el tiempo de fertilidad durante cada ciclo es muy limitado, mientras que
la persona puede contagiarse del Sida en cualquier momento de su
vida...
...los espermatozoides pueden ser dañados por las altas o bajas
temperaturas en que se almacenan o transportan los preservativos...
...los poros de latex de los preservativos de mejor calidad están
diseñados para, a duras penas, impedir el paso de los espermatozoides, pero el
virus que transmite el Sida es, según algunos datos científicos, 3 veces más
pequeño que el virus que transmite el herpes, 6 veces más pequeño que la
espiroqueta que causa la sífilis, y 450 veces más pequeño que el
espermatozoide... Otros, sin llegar a tanto afirman que “está bien establecido
que el latex contiene defectos inherentes que son al menos 50 veces más grande
que el virus del Sida”[2].
...los preservativos vienen a veces con fallas, que se rompen durante el
uso, etc...[3]
...aún cuando un preservativo de buena calidad pudiese impedir el paso
del virus, sin embargo, cuando el hombre de lo coloca, lo toca con sus manos
humedecidas de secreciones uretrales y bulbo uretrales pre-eyaculatorias que
aparecen mucho antes de la erección, por lo que la pared externa del
preservativo se contamina con estos fluidos, y que todas las secreciones
pre-eyaculatorias (del orden de 0,2 a 0,5 ml.) de un infectado contienen el
virtud del Sida, idéntico al que se encuentra en el esperma, por lo que todo
sujeto seropositivo podría contagiar a su pareja, aún cuando el preservativo no
dejase pasar nada...
[4]
...el boletín de ONUSIDA (principal difusor de los preservativos para
combatir el Sida) ha declarado, en su análisis de 1998 que a los “preservativos
distribuidos o vendidos por número de personas que reciben material
educativo”... “no se le imputan variaciones en la seroprevalencia del VIH en la
población”[5],
lo que quiere decir que: el reparto de preservativos no disminuye la cantidad de
infectados por más que se regalen preservativos a la población sexualmente
activa...
Así se comprende que en 1998 la cantidad de personas infectadas haya
aumentado un 10% (casi 6 millones de personas más en 1998; un promedio de 11
personas por minuto)[6];
por esto mismo el Dr. Peter Piot, Director de ONUSIDA, informó recientemente que
la epidemia del Sida está fuera de control. De acuerdo con las evidencias
científicas actuales, no cabe duda que las recomendaciones del “sexo seguro” o
“de menor riesgo” ha contribuido a su expansión.
Por tal razón ninguno de los 800 sexólogos que asistían a una conferencia
(la National Conference on HIV, Washington DC, 15-18 de Noviembre de 1991)
levantó la mano cuando se les preguntó quiénes de ellos le confiarían su vida a
un preservativo durante las relaciones sexuales con alguien que ellos supieran
que tuviera Sida[7].
2. Desde el punto de vista
moral
Desde el punto de vista moral le transcribo esta noticia de ANFA,
Servicio Internacional Informativo de Vida Humana Internacional, reproducido en
el Boletín “Liga por la Decencia”, 134, mayo de 1988: “Dando término a una
enconada controversia en el episcopado norteamericano, el Diario L’Osservatore
Romano dijo que el uso de preservativos como medio para combatir el Sida, ‘es
moralmente inaceptable’.
“La Iglesia Católica, en un comentario titulado ‘Prevención del Sida,
aspectos de la ética cristiana’, señaló que ‘buscar la solución al problema del
contagio promoviendo el uso de preservativos, significa tomar un rumbo que no
sólo no es muy eficaz desde el punto de vista técnico, sino también y por sobre
todo, es inaceptable desde el punto de vista moral’.
“Y agrega: ‘La proposición de que una sexualidad de esta manera es
segura, ignora las causas reales del problema, cual es la permisividad que, en
la esfera corroe la fibra moral de la gente. La única manera efectiva de
prevención es en un 95% de los casos, abstenerse de la práctica sexual fuera del
matrimonio y del consumo de drogas’ concluye”.
Veamos los principios que se usan para justificar el uso del preservativo
dentro del matrimonio.
1) Principio de
intencionalidad: “es lícito cuando la intención no es recurrir a su aptitud
anticonceptiva sino sólo para evitar el contagio”. Hay que responder que las
fuentes de la moralidad son tres, objeto, fin y circunstancias. Por rigor
científico la primera que se analiza es el objeto (o sea, la moralidad del acto
mismo elegido por la voluntad), y no la intención (es la segunda en el análisis,
aunque tal vez no sea la más importante todos y cada uno de los actos). La duda
recae precisamente sobre el objeto del acto y no sobre la intención del
agente.
2) Principio terapéutico. Se
pretende aplicar lo que dice Humanae vitae, 15: “La Iglesia, en cambio, no
retiene de ningún modo ilícito el uso de los medios terapéuticos verdaderamente
necesarios para curar enfermedades del organismo, a pesar de que se siguiese un
impedimento, aún previsto, para la procreación, con tal de que ese impedimento
no sea, por cualquier motivo, directamente querido”. Este principio no puede
aplicarse al caso porque:
a) El uso del preservativo no constituye terapia alguna.
b) Tampoco previene auténticamente.
c) Aun cuando fuese terapéutico no se aplicaría al caso porque el
principio terapéutico exige que el medio empleado sea “verdaderamente necesario”
(HV,15), y esto en moral se entiende: cuando no hay ninguna otra alternativa más
segura para evitar el mal; aquí precisamente hay otra alternativa más segura: la
abstinencia sexual[8].
3) Principio de doble efecto:
“del uso del preservativo se seguirían dos efectos, uno malo (la contracepción)
y uno bueno (el amor conyugal sin poner en riesgo la vida del cónyuge)”. No se
aplica tampoco porque no cumple la primera de las condiciones para la licita
aplicación del principio, a saber: que el acto puesto sea bueno o indiferente;
ahora bien, el uso del preservativo no es indiferente, puesto que separa de suyo
las dos dimensiones del acto conyugal9].
4) Principio del mal menor.
Algunos dicen que se “puede permitir e incluso aconsejar cuando los cónyuges
están dispuestos a hacer algo peor (como separarse, recurrir a relaciones
extramatrimoniales)”. El principio no se aplica a este caso porque sobre esto
hay que tener en cuenta:
a) El principio del mal menor es un principio restringido a un campo
particular del obrar humano: el que versa sobre los actos indiferentes y sobre
los males puramente físicos (por ejemplo, el obrero que queda con una mano
atrapada en un derrumbe y debe elegir entre cortarse la mano o perder la mano y
la vida).
b) No vale nunca cuando una de las alternativas es un acto
intrínsecamente malo, es decir, un pecado formal. No se aplica, pues, al caso en
que haya que elegir entre dos pecados (tomar anticonceptivos o abortar) ya que
no se puede elegir ninguno de los dos; o entre un pecado y un mal puramente
físico (usar preservativas o tolerar que el marido abandone a su mujer). Porque
ante el mal moral rige un principio anterior y superior: “hay que hacer el bien
y evitar el mal”, y sobre los primeros principios no caben excepciones. Jamás se
puede elegir el mal moral, por más que sea el menor de dos males morales:
aquello que es inmoral por su objeto, no se hace bueno porque exista la
posibilidad de que sucedan males peores, y mientras siga siendo malo jamás podrá
ser objeto de elección de un acto bueno y lícito[10].
c) Cuando se trata de actos intrínsecamente malos, el principio del mal
menor autoriza a “tolerar” a veces el mal que otros hacen o nos hacen, es decir,
no obliga siempre a impedir que otros hagan el mal. Esto no es otra cosa que
“consentir actué la voluntad del prójimo en una forma determinada, cayendo sobre
él toda la responsabilidad de la acción, si es mala”[11].
Esto vale también para la cooperación formal objetiva y material
inmediata.
d) Tampoco está bien planteado el caso pues no es cierto que la
anticoncepción sea el mal menor de los dos ejemplos dados; en realidad: entre
alterar voluntariamente el plan de Dios sobre el acto matrimonial y tolerar el
mal de los demás (por ejemplo, que el marido abandone a la familia), el mal
mayor siempre es el pecado personal del que plantea el problema (en este caso,
el de la esposa que consulta si debe cooperar con el marido).
En cuanto a aconsejar el mal menor:
a) Nunca se puede aconsejar positivamente hacer un mal menor porque
además de que se da una mala inteligencia del principio, se incurre en escándalo
teológico. “Tratándose de un mal, aunque menor, el consejo o la persuasión nunca
pueden ser buenos, pues, siendo esencialmente causa motiva de la acción, se
cualifica, por necesidad, por el fin objetivo al que se ordena, y éste es
malo”[.
b) A quien está decidido a hacer el mal moral se puede intentar
“disuadirlo” de hacer sólo parte del mal ya decidido. Por ejemplo, a quien está
decidido a robar y matar a una persona, se lo puede disuadir de matarlo
diciéndole: “si ya te estás llevando el dinero, al menos perdónale la vida”; en
este caso no se aconseja robar sino que, ante el hecho ya consumado o ya
decidido, se sugiere que no se haga más mal todavía.
Notas:
[1] Cf. Family Planning Perspectives,
21, May/June 1989, 103, 105.
[2] C.M. Roland, del United States naval research
laboratory, Rubber World, citado por
John Kelly, Obstetra consultor y Ginecologista del Birmingham Maternity Hospital
(Inglaterra), en The Tablet, 16 de
diciembre de 1995, p. 1620.
[3] Cf. todos estos datos en:
Nature 335, 1 de Septiembre de 1988; American Journal of Nursing, Octubre de
1987; social Science and Medicine, Vol. 36, nº 113, junio de 1993.
[4] Cf. Dra. María Isabel
Pérez de Pío, El preservativo masculino
no es seguro para la mujer, en: Boletín de Noticias de la ONU, nº 99, 16/99;
Bs. As. 22 de marzo de 1999. Se basa en datos del Prof. Henri Lestradet, miembro
de la Academia de Medicina de Francia, cf. Le Figaro, 22, de junio de 1994.
[5] Cf. ONUSIDA, Análisis
de la eficacia del costo y VIH/SIDA: Actualización técnica del ONUSIDA, Agosto
de 1998, p. 5.
[6] Son datos de ONUSIDA.
[7] Citado por Theresa Crenshaw, In Defense of a
Little Virginity, USA Today, April 14, 1992.
[8] Cf. Sgreccia, Manuale di Bioetica, Vita e Pensiero,
Milano 1991, Tomo II, p. 265.
[9] Ibid.
[10] Cf. HV,14.
[11] Peinador, Moral
Profesional, nº 385.
[12] Ibid., nº 258.