NOTIVIDA, Año IX,
Nº
632, 4 de noviembre de 2009 San
Justo, La Matanza, Provincia de Buenos Aires OBISPADO
DE SAN JUSTO SOBRE UNIONES HOMOSEXUALES Un
perro es un perro y un gato es un gato. Las uniones homosexuales no son un
matrimonio son “un verdadero antimatrimonio”. Legalizarlas sería promover el
“mal común”. Aunque resulte una obviedad, hoy hay que explicar que un perro es
un perro y un gato es un gato; ambos son mamíferos, vertebrados y cuadrúpedos;
pero cada uno debe tener su propia denominación. Con este irrefutable argumento,
los obispos de San Justo iniciaron la carta que en el día de la fecha le dirigieron al
presidente de la Cámara de Diputados de La Nación, Dr. Eduardo Fellner, y por su
intermedio a todos los diputados nacionales. El obispo matancero, El matrimonio, unión estable de un varón y una mujer abierta a la
vida, no tiene nada que ver con las convivencias homosexuales,
afirmaron. “Es también evidente que los matrimonios de verdad –no las
caricaturas de los mencionados proyectos de ley-, son necesarios para la
subsistencia y el progreso de Tras
defender enfáticamente la familia (con fundamentos que van desde el sentido
común hasta lo jurídico, pasando por aspectos teológicos, antropológicos,
políticos y demográficos) concluyeron: “las uniones homosexuales no son ni
podrán ser nunca un matrimonio –sino más bien todo lo contrario: un verdadero
antimatrimonio-, además, su promoción va directamente contra el bien común –para
transformarse en un verdadero mal común-“. Con
celo pastoral recordaron que en el
Juicio Universal
nos juzgará a todos el Justo Juez
“y allí no habrá inmunidad parlamentaria que valga”. Pidieron finalmente el
pronto archivo de los expedientes. A continuación el texto completo de la
misiva: San Justo, 4 de Noviembre de
2009
Al Señor Presidente de la Cámara de Diputados de la
Nación
Dr. Eduardo Alfredo Fellner Estimado Señor Diputado: Reciba nuestros más cordiales saludos y deseos de Paz y Bien en
Jesucristo, Señor de la Historia; que le rogamos extienda a todos los
integrantes de Las circunstancias nos obligan a escribirle en nuestro doble
carácter, de ciudadanos y Obispos, Titular y Auxiliar de la
Diócesis de San Justo - Al respecto, resulta obvio decir que cada cosa diferente debe
tener su propia denominación. Por ejemplo, no se puede llamar perro
indistintamente al gato y al perro; puesto que son dos animales diferentes.
Ambos son mamíferos, vertebrados y cuadrúpedos, pero ¿qué duda cabe que un perro
es un perro y un gato es un gato?, son dos realidades
diferentes. Con relación a estos proyectos de ley, nos vemos en la obligación
de explicar a los diputados firmantes de los mismos que, así como un perro no es
un gato ni viceversa, la unión estable de un varón y una mujer abierta a la vida
–desde siempre conocida como matrimonio, que deriva del latín matri munus, o sea “el oficio de la
madre”, es algo completamente diferente a cualquier otro tipo de unión con
connotaciones sexuales. En las convivencias homosexuales va de suyo que no hay
madre posible, ni nadie que realice su misión, tampoco hay marido ni mujer, no
hay esposos, no hay hijos... En síntesis, no hay nada que tenga que ver con
el matrimonio. En un análisis sintético pero más profundo de la cuestión, es
también evidente que los matrimonios de verdad –no las caricaturas de los
mencionados proyectos de ley-, son necesarios para la subsistencia y el progreso
de En cambio, las
uniones del mismo sexo, no sólo no edifican el bien común, sino que lo
dificultan seriamente. Significan por definición: menos matrimonios, menos
hijos, menos familias. Si ese efecto negativo fuera promovido por las leyes, ya
no se podría hablar de “bien” común, sino que habría que calificarlo como una
legislación que promueve el “mal común”. Lamentablemente debemos constatar que
estamos en presencia de una decadencia moral, que cuando Para favorecer a las mismas se esgrimen razones afectivas y se
aduce que no podrían coartarse los afectos de dichas personas. En realidad, ni
el derecho ni las leyes se meten con los afectos de nadie. Si los afectos
tuvieran alguna relevancia jurídica, habría por ejemplo: un registro de amigos,
el afecto más natural y abarcativo en la vida de toda persona humana; además, en
materia de matrimonio, sería un requisito para la validez del mismo, que haya
amor entre los contrayentes. Sin embargo, jamás existieron ni una cosa ni
No podemos dejar de subrayar que se aduce a favor de dicha
regulación, la necesidad de contar con una protección jurídica por diversas
razones de tipo económico. Esto es igualmente falso. En efecto: en materia de
previsión social, cada homosexual puede –y debe- aportar a la Caja de
Jubilaciones y Obra Social que le corresponda, y tendrá la cobertura que
corresponda en justicia a cualquier ciudadano. Va de suyo, que sería injusta la
pretensión de alguna pensión como conviviente. Ello por muchos motivos, ya que
también conviven hermanos, tíos con sobrinos u otros parientes, sin que ello de
lugar a pensión de ninguna naturaleza. Simplemente porque la pensión es justa
cuando premia a quien, para atender a la familia –en especial a los hijos-, no
pudo trabajar fuera de su casa, o lo hizo en forma limitada. Pero aquí no hay
familia, ni sacrificio de ninguna especie. Es más, si se dieran pensiones a los
convivientes del mismo sexo, necesariamente disminuiría la compensación a los
verdaderos esposos, que como fruto de su amor hacen posible la subsistencia de
Y
en cuanto a la adquisición y disposición de los bienes, las reglas jurídicas del
condominio y la sociedad de hecho son suficientes para proteger económicamente a
los convivientes del mismo sexo. Se que este es un punto sensible, por la
sencilla razón que las convivencias homosexuales son de una notable fragilidad;
en general duran muy poco como muestran todas las estadísticas de todos los
países del mundo. No se trata de una observación académica, pero apunta al
corazón antropológico de la cuestión: el que es igual no puede complementarme,
puesto que sólo puede aportarme lo que ya poseo y, por eso mismo, no lo
necesito. Todos los seres humanos tenemos la certeza de nuestra imperfección, no
sólo porque hay quienes tienen nuestras mismas dotes de modo más elevado, sino
que nuestra falta de perfección es aún más profunda: la especie humana se
integra con los dones y el genio de la mujer, más los dones y el genio del
varón. Solos, siempre estaremos incompletos. Finalmente,
debemos recordar a los Señores Diputados, que los
tratados de derechos humanos con jerarquía constitucional, sólo reconocen la
familia basada en el matrimonio heterosexual (Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, art. 23, inc. Ahora
bien, y para concluir: si las uniones homosexuales no son ni podrán ser nunca un
matrimonio –sino más bien todo lo contrario: un verdadero antimatrimonio-,
además, su promoción va directamente contra el bien común –para transformarse en
un verdadero mal común-. Y a ello, le añadimos que los afectos quedan al margen
del derecho y las leyes; y que existen otras alternativas ya legisladas, que son
aptas para regular las relaciones económicas entre los integrantes de dichas
uniones. Sumados todos estos elementos explicados muy sintéticamente, va de suyo
que dichos proyectos de ley deben ser archivados lo antes posible. Señor Presidente y distinguidos Señores Diputados, reciban Uds. un
afectuoso saludo, nuestra bendición y oración por vuestra importante tarea
legislativa, todo ello en ¡ DIOS ES AMOR! +Baldomero + _________________________________________ NOTIVIDA, Año IX, Nº 632, 4
de noviembre de 2009 Editores: Lic. Mónica del Río y Pbro.
Dr. Juan C. Sanahuja Página
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