Discurso de SS Benedicto XVI
Al
Sr. Noel Fahey,
Embajador
de Irlanda ante La Santa Sede
Castelgandolfo,
15 de septiembre de 2007
Excelencia:
1. Me
complace darle la bienvenida al Vaticano y recibir las cartas credenciales con
las que es designado embajador extraordinario y plenipotenciario de Irlanda ante
la Santa
Sede. Le ruego que transmita a su presidenta, la señora Mary
McAleese, y al Gobierno y al pueblo de su país mi gratitud por sus buenos
deseos. Correspondo a ellos con afecto y aseguro a los ciudadanos de su nación
mis oraciones por su bienestar espiritual.
2. Como
su excelencia ha observado, durante más de dieciséis siglos el cristianismo ha
plasmado la identidad cultural, moral y espiritual del pueblo irlandés. No se
trata simplemente de una cuestión de importancia histórica. El cristianismo está
arraigado en el corazón de la civilización irlandesa y sigue siendo un
"fermento" en la vida de su nación. En verdad, la fe cristiana no ha perdido
nada de su importancia para la sociedad contemporánea, puesto que afecta a "la
esfera más profunda del hombre" y da "significado a su vida en el mundo" (cf.
Redemptor
hominis,
10), impulsando tanto a los líderes civiles como a los religiosos a sostener los
valores absolutos y los ideales inherentes a la dignidad de toda persona y
necesarios para toda democracia.
3. Durante
los últimos años Irlanda ha disfrutado de un crecimiento económico sin
precedentes. Indudablemente, esta prosperidad ha traído bienestar material para
muchos, pero al mismo tiempo también el secularismo ha comenzado a invadir y a
dejar su huella. Sobre el telón de fondo de este desarrollo, me he interesado
por informarme del reciente "diálogo estructurado" que se ha entablado entre
la Iglesia y
el Gobierno. Aplaudo esta iniciativa.
Algunos
podrían preguntarse si la
Iglesia tiene una contribución que dar al Gobierno de una
nación. En una sociedad democrática pluralista, ¿la fe y la religión no deberían
limitarse a la esfera privada? La realidad histórica de regímenes totalitarios
brutales, el escepticismo contemporáneo ante la retórica política y una
creciente inquietud por la pérdida de puntos de referencia éticos que regulen
los recientes avances científicos —basta pensar en el campo de la bioingeniería—
son factores que señalan las imperfecciones y las limitaciones que se encuentran
tanto en las personas como en la sociedad. El reconocimiento de estas
imperfecciones indica la importancia de un redescubrimiento de los principios
éticos y morales, y la necesidad no sólo de reconocer los límites de la razón,
sino también de comprender su relación esencial de complementariedad con la fe y
la religión.
La
Iglesia,
al difundir la verdad revelada, sirve a todos los miembros de la sociedad,
iluminando los fundamentos de la moral y de la ética, purificando la razón y
garantizando que permanezca abierta a la consideración de las verdades últimas y
actúe con sabiduría. Lejos de amenazar la tolerancia de las diferencias o la
pluralidad cultural, o usurpar el papel del Estado, dicha contribución ilumina
la verdad misma, que hace posible el consenso y mantiene el debate público en un
nivel racional, honrado y responsable.
Cuando
se descuida la verdad, el relativismo toma su lugar: las opciones
políticas, en vez de ser gobernadas por principios, están determinadas cada vez
más por la opinión pública, los valores son ensombrecidos por procedimientos y
objetivos, y de hecho incluso las categorías de bien y mal, de correcto e
incorrecto, ceden al cálculo pragmático de la ventaja y la desventaja.
4. El
proceso de paz en Irlanda del Norte ha sido un esfuerzo largo y arduo. Por fin,
existe la esperanza de que dé frutos duraderos. La paz se ha alcanzado con un
amplio apoyo internacional, con una voluntad política determinante por parte
tanto del Gobierno irlandés como del británico, y con la disposición de personas
y comunidades a aprovechar la sublime capacidad humana de perdonar. Toda la
familia humana internacional se ha animado con este resultado, y recibe con
alegría esta señal de esperanza para el mundo, según la cual un conflicto, por
más arraigado que esté, puede superarse.
Pido
ardientemente en oración para que la paz que ya está renovando el Norte impulse
a los líderes políticos y religiosos en otras zonas turbulentas de nuestro mundo
a reconocer que sólo con el perdón, la reconciliación y el respeto mutuo se
puede construir una paz duradera. Con este fin, me alegra el compromiso de su
Gobierno de emplear su experiencia y sus recursos en la prevención y en la
resolución de conflictos, así como su promesa de incrementar varias formas de
ayuda a los países en vías de desarrollo.
5. Excelencia,
como muchas naciones del mundo, Irlanda, durante los últimos años, ha hecho de
la protección del medio ambiente una de sus prioridades, tanto en la política
interna como en las relaciones internacionales. Efectivamente, la promoción del
desarrollo sostenible y una atención particular al cambio climático son
cuestiones de gran importancia para toda la familia humana, y ninguna nación o
sector económico debería ignorarlas. Dado que la investigación científica
demuestra los efectos globales que las acciones humanas pueden tener sobre el
medio ambiente, es cada vez más evidente la complejidad de la relación vital
entre la ecología de la persona humana y la ecología de la naturaleza (cf.
Mensaje
para la Jornada mundial de la paz de 2007,
n. 8).
La
plena comprensión de esta relación se funda en el orden natural y moral con el
que Dios creó al hombre y le encomendó la tierra (cf. ib., 8-9).
Curiosamente, mientras se reconoce fácilmente la majestad de los dedos de Dios
en la creación (cf. Sal 8, 4), a veces se comprende menos fácilmente el
pleno reconocimiento de la gloria y el esplendor con los que coronó
específicamente al hombre (cf. Sal 8, 5). De aquí deriva una doble moral.
Los
grandes temas morales, vitales, de la paz, la no violencia, la justicia y el
respeto de la creación no confieren por sí mismos dignidad al hombre. La
dimensión primaria de la moral deriva de la dignidad innata de la vida humana
—desde el momento de la concepción hasta la muerte natural—, una dignidad
conferida por Dios mismo. El acto amoroso de Dios de la creación debe entenderse
como un todo.
Es
preocupante el hecho de que a menudo los mismos grupos sociales y políticos que,
admirablemente, están más en armonía con la maravilla de la creación de Dios,
presten escasa atención a la maravilla de la vida en el seno materno. Esperemos
que, especialmente entre los jóvenes, el interés creciente por el medio ambiente
aumente su comprensión del orden y la magnificencia propios de la creación de
Dios, en cuyo centro y culmen están el hombre y la mujer.
6. Excelencia,
estoy seguro de que su misión fortalecerá aún más los vínculos de amistad que ya
existen entre Irlanda y la
Santa Sede. Al asumir sus nuevas responsabilidades, encontrará
que las diversas oficinas de la
Curia romana están plenamente dispuestas a ayudarle en el
cumplimiento de sus funciones. Sobre usted, sobre su familia y sobre sus
compatriotas invoco de corazón las abundantes bendiciones de Dios
todopoderoso.
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