Armonía entre las enseñanzas de la Humanae vitae y la Gaudium et spes -
25/7/1984
1. Reanudamos las reflexiones que tienden
a colegar la Encíclica "Humanae vitae" con el conjunto de la teología del
cuerpo.
Esta Encíclica no se limita a recordar la
norma moral que concierne a la convivencia conyugal, reafirmándola ante las
nuevas circunstancias. Pablo VI, al pronunciarse con magisterio auténtico
mediante la Encíclica (1968), ha tenido delante de sus ojos la autorizada
enunciación del Concilio Vaticano II, contenida en la Constitución Gaudium et
spes (1965).
La Encíclica, no sólo se halla en la
línea de la enseñanza conciliar, sino que constituye también el desarrollo y la
complementación de los problemas allí incluidos, de un modo especial con
referencia al problema de la "armonía del amor humano con el respeto a la vida".
Sobre este punto, leemos en la "Gaudium et spes" las siguientes palabras: "La
Iglesia recuerda que no puede haber contradicción verdadera entre las leyes
divinas de la trasmisión obligatoria de la vida y del fomento genuino del amor
conyugal" (Gaudium et spes, 51).
2. La Constitución Pastoral del Vaticano
II excluye toda "verdadera contradicción", en el orden normativo, lo cual, por
su parte, confirma Pablo VI, procurando a la vez proyectar luz sobre aquella
"no-contradicción" y, de ese modo, motivar la respectiva norma moral,
demostrando la conformidad de la misma con la razón.
Sin embargo, la "Humanae vitae" habla no
tanto de la "no contradicción" en el orden normativo, cuanto de la "inseparable
conexión" entre la trasmisión de la vida y el auténtico amor conyugal desde el
punto de vista de los "dos significados del acto conyugal: el significado
unitivo y el significado procreativo" (Humanae vitae, 12 ), de los cuales ya
hemos tratado.
3. Nos podríamos detener largamente sobre
el análisis de la norma misma; pero el carácter de uno y otro documento lleva,
sobre todo, a reflexiones, al menos indirectamente, pastorales. En efecto, la
"Gaudium et spes" es una Constitución Pastoral, y la Encíclica de Pablo VI -con
todo su valor doctrinal- intenta tener la misma orientación. Quiere ser,
efectivamente, respuesta a los interrogantes del hombre contemporáneo. Son,
éstos, interrogantes de carácter demográfico y, en consecuencia, de carácter
socio-económico y político, relacionados con el crecimiento de la población en
el globo terrestre. Son interrogantes que surgen en el campo de las ciencias
particulares, y del mismo estilo son los interrogantes de los moralistas
contemporáneos (teólogos-moralistas).
Son antes que nada los
interrogantes de los cónyuges, que se encuentra ya en el centro de la atención
de la Constitución conciliar y que la Encíclica toma de nuevo con toda la
precisión que es de desear. Precisamente leemos en ella: "Consideradas las
condiciones de la vida actual y dado el significado que las relaciones
conyugales tienen en orden a la armonía entre los esposos y a su mutua
fidelidad, ¿no sería indicado revisar las normas éticas hasta ahora vigentes,
sobre todo si se considera que las mismas no pueden observarse sin sacrificios,
algunas voces heroicos?" (Humanae vitae, 3 ).
4. En la antedicha formulación es
evidente la solicitud con la que el autor de la Encíclica procura afrontar los
interrogantes del hombre contemporáneo en todo su alcance. El relieve de estos
interrogantes supone una respuesta proporcionalmente ponderada y profunda. Pues
si, por una parte, es justo esperarse una profunda exposición de la norma, por
otra parte, nos es lícito esperar que una importancia no menor se conceda a los
temas pastorales, ya que conciernen más directamente a la vida de los hombres
concretos, de aquellos, precisamente, que se plantean las preguntas mencionadas
al principio.
Pablo VI ha tenido siempre delante de sí
a estos hombres. Expresión de ello es, entre otros, el siguiente pasaje de la
"Humanae vitae": "La doctrina de la Iglesia en materia de regulación de la
natalidad, promulgadora de la ley divina, aparecerá fácilmente a los ojos de
muchos difícil e, incluso, imposible en la práctica. Y en verdad que, como todas
las grandes y beneficiosas realidades, exige un serio empeño y muchos esfuerzos
de orden familiar, individual y social. Más aún, no sería posible actuarla sin
la ayuda de Dios, que sostiene y fortalece la buena voluntad de los hombres.
Pero a todo aquel que reflexione seriamente, no puede menos de aparecer que
tales esfuerzos ennoblecen al hombre y benefician la comunidad humana" (Humanae
vitae, 20 ).
5. A esta altura no se habla más de la
no-contradicción normativa, sino sobre todo de la "posibilidad de la observancia
de la ley divina", es decir, de un tema, al menos indirectamente, pastoral. El
hecho de que la ley tenga que ser de "posible" puesta en práctica, pertenece
directamente a la misma naturaleza de la ley y está, por tanto, contenido en el
cuadro de la "no-contradictoriedad normativa". Sin embargo, la "posibilidad",
entendida como actuabilidad de la norma, pertenece también a la esfera práctica
y pastoral. Mi predecesor habla en el texto citado, precisamente, de este punto
de vista.
6. Se puede añadir aquí una
consideración: el hecho que toda la retrovisión bíblica, denominada "teología
del cuerpo" nos ofrezca también, aunque indirectamente, la confirmación de la
verdad de la norma moral, contenida en la "Humanae vitae", nos predispone a
considerar, más a fondo, los aspectos prácticos y pastorales del problema en su
conjunto. Los principios y presupuestos generales de la "teología del cuerpo",
¿no estaban, quizás, sacados todos ellos de las respuestas que Cristo dio a las
preguntas de sus concretos interlocutores? Y los textos de Pablo -como, por
ejemplo los de la Carta a los Corintios-, ¿no son, acaso, un pequeño manual en
orden a los problemas de la vida moral de los primeros seguidores de Cristo? Y
en estos textos encontramos ciertamente, esa "norma de comprensión" que parece
tan indispensable frente a los problemas de que trata la "Humanae vitae", y que
está presente en esta Encíclica.
Si alguien cree que el Concilio y la
Encíclica no tienen bastante en cuenta las dificultades presentes en la vida
concreta, es porque no comprende las preocupaciones pastorales que hubo en el
origen de tales documentos.
Preocupación pastoral
significa búsqueda del verdadero bien del hombre, promoción de los valores
impresos por Dios en la propia persona; es decir, significa la puesta en acto de
"aquella regla de comprensión" que intenta siempre el descubrimiento cada vez
más claro del designio de Dios sobre el amor humano, con la certeza de que el
único y verdadero bien de la persona humana consiste en la realización de este
designio divino.
Se podría decir que, precisamente, en
nombre de la mencionada "norma de comprensión", el Concilio ha planteado la
cuestión de la "armonía del amor humano con el respeto a la vida" (Gaudium et
spes, 51), y la Encíclica "Humanae vitae", no sólo ha recordado luego las normas
morales que obligan en este ámbito, sino que se ocupa además, ampliamente del
problema de la "posibilidad de la observancia de la ley divina".
Estas reflexiones actuales sobre el
carácter del documento "Humanae vitae" nos preparan para tratar a continuación
el tema de la "paternidad responsable".
Joannes Paulus pp.
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