La virtud de la continencia a la luz de la
Humanae vitae - 31/10/1984 -
1. Continuamos el análisis de la
continencia, a la luz de la enseñanza contenida en la Encíclica Humanae vitae
.
Frecuentemente se piensa que la
continencia provoca tensiones interiores, de las que el hombre debe liberarse. A
la luz de los análisis realizados, la continencia, integralmente entendida, es
más bien el único camino para liberar al hombre de tales tensiones. La
continencia no significa más que el esfuerzo espiritual que tiende a expresar el
"lenguaje del cuerpo" no sólo en la verdad, sino también en la auténtica riqueza
de las "manifestaciones de afecto".
2. ¿Es posible este esfuerzo? Con otras
palabras (y bajo otro aspecto) vuelve aquí el interrogante acerca de la
"posibilidad de practicar la norma moral", recordada y confirmada por la
"Humanae vitae". Se trata de uno de los interrogantes más esenciales (y
actualmente también uno de los más urgentes) en el ámbito de la espiritualidad
conyugal.
La Iglesia está plenamente convencida de
la verdad del principio que afirma la paternidad y maternidad responsables -en
el sentido explicado en catequesis anteriores-, y esto no sólo por motivos
"demográficos", sino por razones más esenciales. Llamamos responsable a la
paternidad y maternidad que corresponden a la dignidad personal de los esposos
como padres, a la verdad de su persona y del acto conyugal. De aquí se deriva la
íntima y directa relación que une esta dimensión con toda la espiritualidad
conyugal.
El Papa Pablo VI, en la Humanae vitae, ha
expresado lo que, por otra parte, habían afirmado muchos autorizados moralistas
y científicos incluso no católicos 1 , que precisamente en este campo, tan
profundo y esencialmente humano y personal, hay que hacer referencia ante todo
al hombre como persona, al sujeto que decide de sí mismo, y no a los "medios"
que lo hacen "objeto" (de manipulación) y lo "despersonalizan". Se trata, pues,
aquí de un significado auténticamente "humanístico" del desarrollo y del
progreso de la civilización humana.
3. ¿Es posible este esfuerzo? Toda la
problemática de la Encíclica Humanae vitae no se reduce simplemente a la
dimensión biológica de la fertilidad humana (a la cuestión de los "ritmos
naturales de fecundidad"), sino que se remonta a la subjetividad misma del
hombre, a ese "yo" personal, por el cual uno es hombre o mujer.
Ya durante los debates en el Concilio
Vaticano II, relacionados con el capítulo de la "Gaudium et spes" sobre la
"dignidad del matrimonio y de la familia y su valoración", se hablaba de la
necesidad de un análisis profundo de las reacciones (y también de las emociones)
vinculadas con la influencia recíproca de la masculinidad y feminidad en el
sujeto humano 2 . Este problema pertenece no tanto a la biología como a la
sicología: de la biología y sicología pasa luego a la esfera de la
espiritualidad conyugal y familiar. Efectivamente, aquí este problema está en
relación íntima con el modo de entender la virtud de la continencia, o sea, del
dominio de sí y, en particular, de la continencia
periódica.
4. Un análisis atento de la sicología
humana (que es, a la vez, un auto-análisis subjetivo y luego se convierte en
análisis de un "objeto" accesible a la ciencia humana), permite llegar a algunas
afirmaciones esenciales. De hecho,
en las relaciones interpersonales donde se manifiesta el influjo recíproco de
la masculinidad y feminidad se
libera en el sujeto sico-emotivo en el "yo" humano, junto a una reacción que se
puede calificar como "excitación", otra reacción que puede y debe ser llamada
"emoción". Aunque estos dos géneros de reacciones aparecen unidos, es posible
distinguirlos experimentalmente y "diferenciarlos" respecto al contenido o a su
"objeto" 3 .
La diferencia objetiva entre uno y otro
género de reacciones consiste en el hecho de que la excitación es ante todo
"corpórea" y en este sentido, "sexual"; en cambio, la emoción -aun cuando
suscitada por la reacción recíproca de la masculinidad y feminidad- se refiere
sobre todo a la otra persona entendida en su "totalidad". Se puede decir que
ésta es una "emoción causada por la persona", en relación con su masculinidad o
feminidad.
5. Lo que aquí afirmamos referente a la
sicología de las reacciones recíprocas de la masculinidad y feminidad, ayuda a
comprender la función de la virtud de la continencia, de la que hemos hablado
antes. Esta no es sólo -ni siquiera principalmente- la capacidad de
"abstenerse", esto es, el dominio de las múltiples reacciones que se entrelazan
en el recíproco influjo de la masculinidad y feminidad: esta función podría
definirse como "negativa". Pero existe también otra función (que podemos llamar
"positiva") del dominio de sí: y es la capacidad de dirigir las respectivas
reacciones, ya sea en su contenido, ya en su carácter.
Se ha dicho ya que en el campo de las
reacciones recíprocas de la masculinidad y feminidad, la excitación" y la
"emoción" aparecen no sólo como dos experiencias distintas y diferentes del "yo"
humano, sino que muy frecuentemente aparecen unidas en el ámbito de la misma
experiencia como dos elementos diversos de ella.
Depende de varias circunstancias de
naturaleza interior y exterior la proporción recíproca en la que aparecen estos
dos elementos en una experiencia determinada. A veces prevalece netamente uno de
ellos, otras, más bien, hay equilibrio entre ellos.
6. La continencia, como capacidad de
dirigir la "excitación" y la "emoción" en la esfera del influjo recíproco de la
masculinidad y feminidad, tiene la función esencial de mantener el equilibrio
entre la comunión con la que los esposos desean expresar recíprocamente sólo su
unión íntima y aquella con la que (al menos implícitam ente) acogen la
paternidad responsable. De hecho, la "excitación" y la "emoción" pueden
prejuzgar, por parte del sujeto, la orientación y el carácter del recíproco
"lenguaje del cuerpo".
La excitación trata ante todo de
expresarse en la forma del placer sensual y corpóreo, o sea, tiende al acto
conyugal que (dependientemente de los "ritmos naturales de fecundidad") comporta
la posibilidad de procreación. En cambio, la emoción provocada por otro ser
humano como persona, aun cuando en su contenido emotivo está condicionada por la
feminidad o masculinidad del "otro", no tiende de por sí al acto conyugal, sino
que se limita a otras "manifestaciones de afecto", en las cuales se expresa el
significado nupcial del cuerpo, y que, sin embargo, no implican su significado
(potencialmente) procreador.
Es fácil comprender las consecuencias que
de esto se derivan respecto al problema de la paternidad y maternidad
responsables. Son consecuencias de naturaleza moral.
Joannes
Paulus pp.
II