LA BUENA NOTICIA DE LA VIDA
HUMANA
Y EL VALOR DE LA SEXUALIDAD
Ante los
proyectos de "Salud reproductiva"
A la comunidad cristiana y
a toda la sociedad:
1. Quienes formamos la
Iglesia, pueblo de Dios que peregrina en la Argentina, ante proyectos de ley
llamados de "salud reproductiva", que intentan responder a una legítima
preocupación social por la compleja problemática implicada, nos hemos sentido
llamados, una vez más, a la reflexión sobre el misterio maravilloso de la vida y
de la sexualidad humanas.
2. Fieles al proyecto
de Dios, que con la Encarnación Redentora de Jesús quiso compartir y acompañar
el camino de los hombres, queremos estar cerca de todas las familias que viven
con responsabilidad y, en ocasiones, con angustia, el discernimiento de una
paternidad responsable. Queremos acompañar a tantos jóvenes que necesitan una
educación integral para afrontar la vida, una educación para vivir la sexualidad
en el marco dignificante y liberador de la vocación al amor, y que muchas veces,
en cambio, son arrastrados por una mentalidad banalizadora, egoísta y
superficial, que los conduce al consumismo, a la desesperanza y a la
frustración.
3. Abordar estos temas
tan complejos en clave de solidaridad nos mueve, no a la desesperanza, sino a la
alabanza. Queremos alabar el amor de Dios Padre que se ha revelado en la
creación, uniéndonos admirados a su complacencia por la obra de sus manos ("Vio
Dios cuanto había hecho y vio que era muy bueno..." Gen 1, 31), Queremos alabar
la sobreabundancia de su amor en la maravilla de la "nueva creación" realizada
por la Encarnación Redentora de su Hijo, que celebramos en este Año Jubilar:
todo hombre y todo el hombre elevado por la gracia a la
dignidad de hijo en el Hijo ("...envió Dios a su Hijo...para que recibiéramos la
condición de hijos" Gal 4,4). Queremos invitar a todos a unirse a esta alabanza,
reconociendo con gozo que Dios amó tanto al mundo, a este mundo nuestro complejo
y contradictorio en que vivimos, que envió a su Hijo, no para condenarlo ni para
destruirlo, sino para salvarlo y ofrecerle la vida: "Yo he venido para que
tengan vida", nos dice Jesús, "y vida en abundancia" ( Jn
10,10).
4. En la enseñanza
secular de la Iglesia, que ha tenido expresiones riquísimas en el Concilio
Vaticano II y en los últimos Pontífices, encontramos una luz que queremos
compartir con todos porque, como nos enseña Juan Pablo II, "el Evangelio de la
vida no es exclusivamente para los creyentes: es para todos. El tema de la vida
y de su defensa y promoción no es prerrogativa única de los cristianos. Aunque
recibe de la fe luz y fortaleza extraordinarias, pertenece a toda conciencia
humana que aspira a la verdad y está atenta y preocupada por la suerte de la
humanidad. En la vida hay seguramente un valor sagrado y religioso, pero de
ningún modo interpela sólo a los creyentes: en efecto, se trata de un valor que
cada ser humano puede comprender también a la luz de la razón y que, por tanto,
afecta necesariamente a todos" (Evangelium Vitae 101).
5. En este marco se
inscribe nuestra proclamación de la Buena Noticia de la vida humana y la
sexualidad, de su valor y su significado auténticos. Es un mensaje sobre la vida
humana y la sexualidad que es "Buena Noticia" porque le revela al hombre la raíz
de su dignidad y le abre horizontes de liberación. Siendo "Buena Noticia", el
mensaje de la Iglesia sobre la vida y la sexualidad nunca va contra
sino siempre a favor de todo lo humano, de todas las mujeres y
todos los varones, y no busca sino promover una vida más plenamente humana.
Anunciar esta Buena Noticia es para la Iglesia una exigencia de su ser y de su
misión; es el aporte que nos sentimos urgidos a ofrecer en este momento de la
historia en el que, en el umbral del tercer milenio, se nos presenta el renovado
desafío de poner las bases de un auténtico humanismo. Por ello nos comprometemos
a proseguir educando en los valores y a profundizar el difícil discernimiento de
las situaciones particulares en diálogo con la realidad.
6. Reconocemos que los
proyectos de ley presentados recogen algunas preocupaciones legítimas y
acuciantes que conciernen al misterio de la vida y a su comunicación, y que se
propone un marco legal de regulación social que parece indispensable en el
intento de resguardar la dignidad y la libertad de todos. En efecto, todo ser
humano tiene derecho a una información veraz y razonable y a una formación
integral, a la igualdad de oportunidades en el acceso a los medios de salud, y a
que se le permita usar honesta y responsablemente de las posibilidades que
ofrecen la ciencia y la tecnología.
7. La sexualidad
humana, como don y tarea, requiere una educación para el amor lejos de falacias
facilistas, promotoras de una cultura de lo superficial y efímero, que
propician, sobre todo en los jóvenes, conductas de riesgo que muchas veces pagan
con la vida propia o con daños irreparables sobre sí mismos y sobre quienes
están junto a ellos. Con profunda convicción, y queriendo hacer un aporte a la
búsqueda de un marco legal que permita una verdadera educación para el amor,
proponemos como anhelos algunos aspectos que consideramos
indispensables:
l Es necesario
un
marco legal que promueva una verdadera
cultura del discernimiento y la responsabilidad en el ejercicio de la sexualidad
y la comunicación de la vida; que asegure a la familia la centralidad de su
aporte, y promueva su rol social; que afirme el derecho y el deber del
"consentimiento informado" de quienes acceden a los servicios de salud; que
reconozca explícita y plenamente el derecho a la objeción de conciencia por
parte de los prestadores de salud frente a prácticas que, aunque autorizadas por
la ley, fueren consideradas por ellos éticamente
inaceptables.
l Es necesario
un
marco legal que respete el derecho
fundamental a la vida desde la concepción y excluya en absoluto el crimen del
aborto.
l Es necesario un marco
legal que, de ninguna manera, favorezca o consolide situaciones de injusticia
social, las cuales no se solucionan con la promoción de una actitud
antinatalista y se agravan con la práctica deshumanizada de la
sexualidad.
l Es necesario un marco
legal que honre la vida humana; y ayude a afianzar en nuestra Patria la cultura
de la vida, evitando manipulaciones que dañan la dignidad de las
personas.
l Es necesario un marco
legal que reconozca y defienda el derecho-deber de los padres, insustituible e
inalienable, a la educación moral de sus hijos.
8. Tenemos la
convicción que para edificar una sociedad en la que se reconozca y tutele la
dignidad de cada persona, todos, y en particular los responsables de la vida
pública, estamos "llamados a servir al hombre y al bien común, con el deber de
tomar decisiones valientes en favor de la vida, especialmente en el campo de las
disposiciones legislativas."
"...Nadie puede abdicar
jamás de esta responsabilidad, sobre todo cuando se tiene un mandato legislativo
o ejecutivo, que llama a responder ante Dios, ante la propia conciencia y ante
la sociedad entera de decisiones eventualmente contrarias al verdadero bien
común. Si las leyes no son el único instrumento para defender la vida humana,
sin embargo, desempeñan un papel muy importante y a veces determinante en la
promoción de una mentalidad y de unas costumbres".
"...La Iglesia sabe que,
en el contexto de las democracias pluralistas, es difícil realizar una eficaz
defensa legal de la vida por la presencia de fuertes corrientes culturales de
diversa orientación. Sin embargo, movida por la certeza de que la verdad moral
encuentra un eco en la intimidad de cada conciencia, anima a los políticos,
comenzando por los cristianos, a no resignarse, y a adoptar aquellas decisiones
que, teniendo en cuenta las posibilidades concretas, lleven a restablecer un
orden justo en la afirmación y promoción del valor de la vida. En esta
perspectiva, es necesario poner de relieve que no basta con eliminar las leyes
inicuas. Hay que eliminar las causas que favorecen los atentados contra la vida,
asegurando sobre todo el apoyo debido a la familia y a la maternidad: la
política familiar debe ser eje y motor de todas las políticas sociales. Por
tanto, es necesario promover iniciativas sociales y legislativas capaces de
garantizar condiciones de auténtica libertad en la decisión sobre la paternidad
y la maternidad; además, es necesario replantear las políticas laborales,
urbanísticas, de vivienda y de servicios para que se puedan conciliar entre sí
los horarios de trabajo y los de la familia, y sea efectivamente posible la
atención a los niños y a los ancianos" ( Evangelium Vitae
90).
9. Ya en el año 1983
la Conferencia Episcopal Argentina expresaba su certeza en que " Dios, que es
amor, ha hecho al hombre semejante a El y, por lo tanto, llamado a vivir el
amor. Esta es la vocación fundamental que trae al mundo todo ser
humano.
El amor es el factor
unificante de todo el variado dinamismo de la persona. Por eso tiene que ser
vivido integrando en el mismo, de forma equilibrada, la dimensión espiritual con
la corporal. Él ha de asumir, otorgar sentido y unificar todas las actividades y
formas de expansión de la persona.
Así se comprende que la
sexualidad, que marca profundamente la totalidad de la persona, ha de ser
integrada como una fuerza de comunión. El hombre no la posee para gozar de ella
con actitud egoísta buscando exclusivamente el placer, sea en forma solitaria,
sea en encuentros ocasionales. «Ella se realiza de modo verdaderamente humano,
solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se
comprometen totalmente entre sí hasta la muerte» (Familiaris Consortio
11).
Este amor que expresa y
fomenta a la vez la unión del varón y la mujer, está llamado al mismo tiempo a
ser fecundo. Dios mismo lo ha orientado hacia la procreación y educación de los
hijos. De esta manera, el cariño recíproco y generoso de los esposos se prolonga
y se hace más sólido en los hijos que ellos crían y educan. La sexualidad, pues,
posee un doble sentido: une a los esposos en un amor creciente y los hace
fecundos en ese amor.
Así pues, el matrimonio es
el lugar propio y adecuado de la relación sexual humana en el cual, esposo y
esposa, sostenidos por la gracia de Dios, pueden expresar y realizar su amor de
una manera comprometida, duradera, libre de egoísmo, abierto a la fecundidad,
responsable ante la sociedad " (Dios, el hombre y la Conciencia
70-73).
10. Creemos con Juan
Pablo II que "la banalización de la sexualidad es uno de los factores
principales que están en la raíz del desprecio por la vida naciente: sólo un
amor verdadero sabe custodiar la vida. Por tanto, no se nos puede eximir de
ofrecer sobre todo a los adolescentes y a los jóvenes la auténtica educación de
la sexualidad y del amor, una educación que implica la formación de la castidad,
como virtud que favorece la madurez de la persona y la capacita para respetar el
significado «esponsal» del cuerpo.
La labor de educación para
la vida requiere la formación de los esposos para la procreación responsable.
Esta exige, en su verdadero significado, que los esposos sean dóciles a la
llamada del Señor y actúen como fieles intérpretes de su designio: esto se
realiza abriendo generosamente a la familia a nuevas vidas y, en todo caso,
permaneciendo en actitud de apertura y servicio a la vida incluso cuando, por
motivos serios y respetando la ley moral, los esposos optan por evitar
temporalmente o a tiempo indeterminado un nuevo nacimiento. La ley moral les
obliga de todos modos a encauzar las tendencias del instinto y de las pasiones y
a respetar las leyes biológicas inscritas en sus personas. Precisamente este
respeto legitima, al servicio de la responsabilidad en la procreación, el
recurso de los métodos naturales de regulación de la fertilidad: éstos han sido
precisados cada vez mejor desde el punto de vista científico y ofrecen
posibilidades concretas de adoptar decisiones en armonía con los valores
morales. Una consideración honesta de los resultados alcanzados debería eliminar
prejuicios todavía muy difundidos y convencer a los esposos y también a los
agentes sanitarios y sociales, de la importancia de una adecuada formación al
respecto. La Iglesia está agradecida a quienes con sacrificio personal y
dedicación con frecuencia ignorada trabajan en la investigación y difusión de
estos métodos, promoviendo al mismo tiempo una educación en los valores morales
que su uso supone" (Evangelium Vitae 97).
11. Nos parece
indispensable recordar también, como lo enseña el Catecismo de la Iglesia
Católica que: "La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor
conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse
al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del
que es fruto y cumplimiento. Por eso la Iglesia, que «está en favor de la vida»
(Familiaris Consortio 30), enseña que todo «acto matrimonial debe quedar abierto
a la transmisión de la vida» (Humanae Vitae 11). «Esta doctrina, muchas veces
expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios
ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos
significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado
procreador» (Humanae Vitae 12; cfr. Pío XI, Casti connubii 53-60). Llamados a
dar la vida, los esposos participan del poder creador y de la paternidad de Dios
(cfr. Ef 3, 14; Mt 23, 9). «En el deber de transmitir la vida humana y educarla,
que han de considerar como su misión propia, los cónyuges saben que son
cooperadores del amor de Dios Creador y en cierta manera sus intérpretes. Por
ello, cumplirán su tarea con responsabilidad humana y cristiana» (Gaudium et
Spes 50, 2).
El carácter moral de la
conducta, cuando se trata de conciliar el amor conyugal con la transmisión
responsable de la vida, no depende sólo de la sincera intención y la apreciación
de los motivos, sino que debe determinarse a partir de criterios objetivos,
tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos; criterios que conserven
íntegro el sentido de la donación mutua y de la procreación humana en el
contexto del amor verdadero; esto es imposible si no se cultiva con sinceridad
la virtud de la castidad conyugal " (Catecismo de la Iglesia Católica
2366-2372).
12. Nuestra breve
declaración, ciertamente, no agota la consideración sobre este aspecto tan
complejo y fascinante de la vida y su comunicación, por eso invitamos a los
fieles y a la sociedad, a la atenta consideración de la enseñanza que nos ha
ofrecido el Papa Juan Pablo II en "Evangelium Vitae". Creemos que a las
puertas del tercer milenio Dios nos ofrece a todos la oportunidad de renovar en
conciencia nuestra decisión responsable de construir una Patria de hermanos , en
la que todos podamos vivir dignamente, y en la que todos "tengan vida, y vida en
abundancia" ( Jn 10,10).
Comisión ejecutiva de
la Conferencia Episcopal Argentina
11 de
agosto de 2000.