ACADEMIA
PONTIFICIA PARA LA VIDA
DECLARACIÓN
FINAL DE LA XIII
ASAMBLEA GENERAL
"La
conciencia cristiana en apoyo del derecho a la vida"
15
de marzo de 2007
1. En
los días 23 y 24 del pasado mes de febrero, la Academia pontificia para la vida,
con ocasión de su XIII Asamblea general, organizó un congreso internacional,
celebrado en el Vaticano, en el que se llevó a cabo una profunda reflexión sobre
el tema: "La conciencia cristiana en apoyo del derecho a la vida". En el
congreso participaron los miembros de la Academia pontificia para la vida y
otros ilustres estudiosos procedentes de diferentes países, así como un público
numeroso (cerca de 420 personas) de los cinco continentes.
Al concluir
los trabajos, como fruto de lo que se expresó en las relaciones presentadas y en
el intenso y constructivo debate de la asamblea, la Academia pontificia para la vida
desea ofrecer a la reflexión de la comunidad eclesial, a la comunidad civil y a
todas las personas de buena voluntad, las siguientes consideraciones.
2. "En
lo profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí
mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en
los oídos de su corazón, llamándolo siempre a amar y a hacer el bien y a evitar
el mal... Porque el hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón, en
cuya obediencia está la dignidad humana y según la cual será juzgado"
(Gaudium et
spes,
16).
Así pues,
actuando con fiel obediencia a los dictámenes de su propia conciencia moral, que
rectamente busca el bien y se alimenta constantemente de la verdad conocida,
toda persona expresa y realiza en profundidad su dignidad humana, edificándose a
sí mismo y a la comunidad entera mediante sus opciones conscientes y libres.
3. Para
poder guiarse por los dictámenes de su conciencia moral y obrar siempre para
realizar el bien en la verdad, el hombre necesita cuidar con el máximo esmero
una formación continua, alimentándola con los valores que corresponden a la
dignidad de la persona humana, a la justicia y al bien común, como recordó el
Santo Padre en su discurso a la Academia pontificia para la
vida: "La formación de una conciencia verdadera, por estar fundada
en la verdad, y recta, por estar decidida a seguir sus dictámenes, sin
contradicciones, sin traiciones y sin componendas, es hoy una empresa difícil y
delicada, pero imprescindible" (Discurso del 24 de
febrero de 2007:
L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de marzo de 2007, p.
5).
La
conciencia del cristiano, de modo particular, en su búsqueda del
bien está plenamente iluminada por el encuentro constante con la palabra de
Dios, comprendida y vivida en la comunidad cristiana, según las enseñanzas del
Magisterio.
4. Esta
exigencia de formación continua y profundización de la conciencia resulta hoy
totalmente evidente ante la aparición de tantos problemas culturales y sociales
que afectan al derecho a la vida en el ámbito de la familia, al asumir los
cónyuges y padres sus tareas propias, en las profesiones sanitarias y en las
actividades políticas.
La
conciencia cristiana, asumiendo los auténticos valores humanos, comenzando por
el valor fundamental del respeto a la vida, en su existencia física y en su
dignidad, tiene el deber cada vez más necesario y urgente de considerar esos
problemas a la luz de la razón iluminada por la fe, en la elaboración de juicios
sobre el valor moral de sus propios actos.
5. Además,
es preciso tener presentes las numerosas dificultades que la conciencia
cristiana de los creyentes encuentra hoy en sus juicios y en su itinerario de
formación, a causa del contexto cultural en el que se desarrolla la vida de los
creyentes, un contexto en el que se experimentan la crisis de "autoridad", la
pérdida de la fe y, a menudo, una tendencia a refugiarse en formas de
racionalismo extremo.
Otra
coordenada que pone a prueba la conciencia cristiana, además de la cultural,
está constituida por las normas jurídicas vigentes, tanto las codificadas como
las definidas por los tribunales y las sentencias de los tribunales, que, cada
vez en mayor número y bajo una fuerte presión de grupos coligados e influyentes,
han abierto y están abriendo la brecha ruinosa de las despenalizaciones:
se prevén excepciones al derecho individual a la vida, se van legitimando cada
vez más diferentes atentados contra la vida humana, acabando de hecho por
desconocer que la vida es el fundamento de todos los demás derechos de la
persona, y que el respeto debido a la dignidad de todo ser humano es el
fundamento de la libertad y de la responsabilidad. A este propósito, Benedicto
XVI ha recordado que "el cristiano está continuamente llamado a movilizarse para
afrontar los múltiples ataques a que está expuesto el derecho a la vida"
(ib.).
6. Las
exigencias específicas de la conciencia cristiana se ponen especialmente a
prueba en el caso de los profesionales de la salud, cuando se hallan ante el
deber de proteger la vida humana y corren el peligro de verse implicados en
situaciones de cooperación con el mal al cumplir sus deberes profesionales.
En esta
situación cobra mayor relieve la obligación de recurrir a una "valiente objeción
de conciencia", que tienen médicos, enfermeros, farmacéuticos y personal
administrativo, jueces y parlamentarios, y otros profesionales directamente
implicados en la defensa de la vida humana individual, donde las normas
legislativas prevean acciones que la pongan en peligro. Pero, al mismo tiempo,
es preciso poner de relieve que el recurso a la objeción de conciencia tiene
lugar hoy en un contexto cultural de tolerancia ideológica, que a veces,
paradójicamente, tiende a no favorecer la aceptación del ejercicio de este
derecho, en cuanto elemento "desestabilizador" del quietismo de las conciencias.
Deseamos subrayar que, de modo especial para las profesiones sanitarias, es
difícil el ejercicio del derecho a la objeción de conciencia, dado que este
derecho por lo general sólo se reconoce a los individuos, y no a los centros
hospitalarios o a las asociaciones.
En el campo
de la práctica médica, merece una mención especial el caso de la "anticoncepción
de emergencia" (por lo general realizada mediante substancias químicas),
recordando ante todo la responsabilidad moral de quienes hacen posible su uso,
en los diferentes niveles, y la exigencia de recurrir a la objeción de
conciencia en la medida en que sus efectos sean abortivos (anti-anidatorios o
contragestativos); es preciso reafirmar también el deber moral de proporcionar
al público una información completa sobre los verdaderos mecanismos de acción y
sobre los efectos de esas substancias. Naturalmente, existe el deber de recurrir
a la objeción de conciencia ante cualquier intervención médica o de
investigación que prevea la destrucción de vidas humanas.
7. Resulta
cada vez más oportuna una movilización de todos los que se interesan por la
defensa de la vida humana, una movilización que se debe extender también a nivel
político: el respeto del principio de igualdad, que exige reconocer y
proteger los derechos de todos, especialmente en el caso de las personas más
frágiles e indefensas, es una exigencia imprescindible de la justicia.
Volvemos a
proponer con convicción la enseñanza específica de la encíclica Evangelium
vitae (cf. nn.
72, 73 y 74) en materia de objeción de conciencia, especialmente desde la
perspectiva de la adhesión de los cristianos a los programas propuestos por los
partidos políticos. También es de desear una legislación que complete el
artículo 18 de la
Declaración universal de derechos humanos, proclamada por las
Naciones Unidas en 1948, para garantizar el derecho a la objeción de conciencia
y defender este derecho contra cualquier discriminación en los campos del
trabajo, de la educación y de la atribución de los beneficios por parte de los
Gobiernos.
8. Como
conclusión, volvemos a proponer el deseo expresado por el Santo Padre, como
mensaje de esperanza y de compromiso para ayudar a construir una sociedad humana
realmente edificada a la medida del hombre: "Por eso, queridos hermanos y
hermanas, pido al Señor que os mande a vosotros, y a quienes se dedican a la
ciencia, a la medicina, al derecho y a la política, testigos que tengan una
conciencia verdadera y recta, para defender y promover el "esplendor de la
verdad", en apoyo del don y del misterio de la vida. Confío en vuestra ayuda,
queridos profesionales, filósofos, teólogos, científicos y médicos. En una
sociedad a veces ruidosa y violenta, con vuestra cualificación cultural, con la
enseñanza y con el ejemplo, podéis contribuir a despertar en muchos corazones la
voz elocuente y clara de la conciencia" (ib.).
Ciudad del
Vaticano, 15 de marzo de 2007